Porque de mí te acordaste cuando moriste en la Cruz; y mi pecado borraste cuando moriste en la Cruz; porque en tu muerte lavaste con sangre roja de amor el mundo que había manchado con mi pecado. Por eso yo te doy gracias en este instante, Señor, y me dispongo a ayudarte en la obra de salvación; hoy me arrepiento de todo lo malo que cometí y me propongo amar tanto como Tú a mi.