Alrededor del año 768, llegaron a Valenciennes un obispo regional llamado Salvio, y su discípulo. No se sabe ni se sabrá la autoridad que tenía el prelado, ni de dónde procedía, pero sí hay registros de que era un ardiente misionero y de que, por medio de los vehementes sermones que predicaba en la iglesia de San Martín, logró innumerables conversiones. De acuerdo con la historia que se relata sobre él, cierto día en que iba ataviado con su espléndida capa bordada y su faja ricamente adornada, se encontró en un camino solitario al hijo de un funcionario de la ciudad, quien, para arrebatarle sus magníficos atavíos, asesinó al obispo y al fiel discípulo que le acompañaba.
Los cuerpos de las víctimas fueron rescatados de la zanja donde los dejó el asesino y los trasladaron a la iglesia de San Vedast, en Valenciennes. El nombre del discípulo no se recordaba, si es que alguna vez se supo; pero en vista de que se encontró su cadáver encima del cuerpo del obispo, se le designó con el nombre de san Superio (Superus). En fecha posterior, los restos de los dos mártires fueron trasladados a la aldea de Breña, que se hallaba en el sitio que ahora ocupa la ciudad de Saint-Sauve.
El hecho de que los santos Salvio y Superio se conmemoren en este día en el Martirologio Romano, no ofrece garantías sobre la veracidad de su historia, de la que no hay comprobación.
Hay una passio, que aparece en varios manuscritos, y que fue impresa en el Acta Sanctorum, junio, vol. VIII; otra versión de la misma se encuentra en Analecta Bollandiana, vol. n. El autor de ésta afirma que fue contemporáneo de los santos, pero no hay pruebas que lo confirmen. Ver Van der Essen, en Etude critique et Littéraire sur les Vitae des saints mérovingiens (1907), pp. 244-249.