San Eulogio de Córdoba nos narra la pasión de seis mártires que fueron decapitados por los musulmanes, en el 851, en aquella ciudad. Eran el sacerdote Pedro, originario de Astigi (Écija, en Sevilla) y el diácono Wallabonse, originario de Ilipa (Niebla, en Huelva), quienes habían venido a Córdoba para estudiar y se les encomendó la dirección de un convento de religiosas, situado en un barrio, al oeste de la ciudad; Sabino, venido de las montañas vecinas y Wistremundo de Astigi, dos monjes que, después de su juventud habían ingresado al monasterio de San Zoilo; Havencio, monje de San Cristóforo, monasterio situado al sur de Córdoba y Jeremías, quien después de haber estado casado, fundó un monasterio para él y su familia sobre las alturas «hacia el Aquilón» a siete millas de Córdoba. En tanto que los otros mártires fueron decapitados, Jeremías sufrió el suplicio del fuego. Sus cuerpos fueron quemados y sus cenizas arrojadas al Guadalquivir. Mabillon cree que todos estos monjes militaban bajo la regla de San Benito.
Acta Sanctorum, junio, vol. II, pp. 37-39. P.L., vol. CXV, cols. 771-851-770; Florez, España Sagrada, vol. X, p. 371.