Teófilo, arzobispo de Alejandría, obtuvo un rescripto del emperador Teodosio, por el cual le autorizaba a convertir el templo de Dionisio en una iglesia cristiana. Esto produjo motines que trajeron en consecuencia la muerte de mucha gente. Los rebeldes hicieron su cuartel general en el gran templo de Serapis, desde donde hacían sus correrías y se apoderaban de los cristianos, a quienes inducían a ofrecer sacrificios a Serapis; los que se negaban sufrían una muerte cruel. El emperador manifestó admiración por aquellos que habían recibido la corona del martirio. Para honrar más su gloriosa muerte, perdonó a los asesinos, pero ordenó que todos los templos paganos en Egipto fueran destruidos. Cuando se supo esto en Alejandría, los paganos abandonaron el templo de Serapis, derribaron el ídolo y lo quemaron. Se le había hecho creer al pueblo que al ser tocado el ídolo, el cielo se vendría abajo y la tierra sería un caos. Tan pronto como vieron que nada de esto sucedía, muchos de los paganos abrazaron el cristianismo. Dos iglesias fueron construidas sobre el templo de Serapis, uno de los monumentos más grandes del mundo antiguo.
Las relaciones suministradas por Teodoreto, Rufino y otros antiguos historiadores de la Iglesia han sido extractadas y puestas en el Acta Sanctorum, marzo, vol. II. Para una vivida escena de lo ocurrido en Serapeum, ver DCB, vol. IV, p. 1000. Parece ser que no se les daba culto eclesiástico, pero luego se agregaron al Martirologio Romano por influjo del Card. Baronio.