Se dice que Luciano predicó el Evangelio en la Galia, en el siglo III, y que venía de Roma. Quizás fue uno de los compañeros de san Dionisio de París, o por lo menos de san Quintín. Selló el testimonio de su vida con su sangre, en Beauvais, alrededor del año 290, bajo Juliano, quien había sucedido al perseguidor Riciovaro en el gobierno de la Galia. Maximiniano y Mesiano o Juliano, compañeros de san Luciano, fueron coronados con el martirio en el mismo sitio, poco antes que él. Las reliquias de los tres mártires se descubrieron en el siglo VII -según cuenta san Ouén en su vida de san Eligio- y fueron colocadas en sendos relicarios en la abadía de su título, fundada en el siglo VIII. Rabano Mauro afirma que las reliquias de estos santos eran famosas por los muchos milagros que obraban en la época en que él escribía, es decir, un siglo más tarde.
El Martirologio Romano y la mayoría de los calendarios del siglo XVI ponen simplemente a san Luciano en la lista de los mártires; pero en un calendario compilado durante el reinado de Luis el Piadoso, figura como obispo, y en Beauvais se le honra como tal.
Ver Acta Sanctorum, 8 de enero, p. 640, aunque ninguna de las dos vidas del santo que figuran allí tiene gran autoridad histórica. Duchesne, en Fastes Episcopaux, vol. III, pp. 115 y 141-152, discute por extenso el caso de san Luciano y aduce argumentos de peso para creer que se trata de un mito. Dicho autor se inclina a pensar que Riciovaro no existió. Ver H. Moretus, Les Passions de S. Luden et leurs derivés céphalophoriques (1953).
Imagen: busto relicario del siglo XII o XIII, en el Musée départemental de l'Oise, Beauvois.