El 17 de agosto de 1633 murieron en Nagasaki, Japón, tras padecer el martirio de horca y hoyo, el sacerdote Santiago Kyuhei y el seglar Miguel Kurobioye. Estaba en vigor la terrible persecución que decretara Tokugawa Yemitsu, y que tenía por objeto acabar con el cristianismo japonés. Fueron canonizados el 18 de octubre de 1987 por el papa Juan Pablo II.
Santiago Kyuhei, que en religión se llamaba Santiago de Santa María, había nacido el año 1582 en la isla japonesa de Kyushu, en el seno de una familia noble y cristiana, siendo confiada su educación a los padres jesuitas de Nagasaki. Animado de una fe viva, colaboró en la evangelización teniendo el cargo de catequista. En 1614, cuando se volvió tan fuerte la persecución y se intimó a los agentes cristianos a abandonar el Japón, pasó a las Islas Filipinas, ingresó y profesó en la Orden de Predicadores y se ordenó sacerdote en 1626. Realizó su trabajo misionero en Filipinas y también en la isla de Formosa (Taiwán), pero su deseo era evangelizar a sus propios connacionales, a los que ya les iba faltando la presencia de misioneros que sostuviesen la fe y les administrasen los sacramentos, y en 1632 volvió a Japón, pese al extremo peligro que ello suponía por la ferocidad de la persecución. Llegó a Japón y tomó como compañero al catequista San Miguel Kurobioye. Apresado en poco tiempo, fue encerrado en la cárcel, condenado a muerte en la horca, en la que estuvo colgado dos días hasta morir.
Miguel Kurobioye era un japonés cristiano que se hizo compañero y catequista del P. Santiago y trabajó a su lado tres meses hasta que fue arrestado. Los tormentos padecidos debilitaron su fortaleza y tuvo la debilidad de declarar cuál era el escondite del P. Santiago, lo que significó el arresto del misionero; pero se repuso y confesó la fe cristiana con decisión, por lo que fue martirizado.