San Florido nació en Città di Castello (llamada en ese tiempo Tiferno Tiberino) en el 520. Sus padres murieron cuando era todavía joven. Estudió literatura y teología. Alrededor del año 542 el obispo lo nombró diácono. Algún tiempo después, él y sus compañeros Amanzio y Donnino, huyeron a Perugia, porque Città di Castello estaba siendo asediada por las tropas de Totila. Allí el obispo Herculano, que reconoció y apreció su talento, le ordenó sacerdote. En el 544 en Pantalla, una aldea cercana a Todi, san Florido sanó con su oración a un endemoniado poseído; éste fue su primer milagro.
Florido volvió a Città di Castello, mas la encontró destruida. Junto con otros supervivientes, construyeron una fortaleza sobre las ruinas de la ciudad, reconstruyeron las casas y las iglesias, y la ciudad comenzó una nueva vida. Mientras tanto, el obispo había muerto, y el papa Pelagio escuchó los ruegos de los ciudadanos y fue elegido Florido como obispo, siempre comprometido en la predicación de la Palabra de Dios. Administró su sede con justicia y caridad. Entre sus amigos se encontraba san Gregorio Magno, que es quien transmite estas noticias sobre el santo. Murió en Pieve de Saddi el 13 de noviembre del 599, asistido por otros tres obispos.
Traducido para ETF de un artículo de Carmelo Randello.