Lo que tenemos sobre estos mártires apenas llega a una línea. En efecto, los menciona Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica, en la cita que hace de una obra contra la herejía montanista, cuya autoría se desconoce. Según parece, muchos herejes aprovechaban el «criterio de martirio» para afirmar la verdad de la propia forma de entender la fe, algo así como «nuestra forma de entender la fe tiene que ser la verdadera, puesto que contamos con n cantidad de mártires que han dado testimonio de ella». El anónimo autor de la apología que cita Eusebio no niega que pueda haber mártires entre los herejes, sólo que afirma que ello no basta, sino que debe haber una recta intepretación de la verdad de Cristo para que la fe sea verdadera. Y como ejemplo de que no basta el criterio de martirialidad, el anónimo apologista señala el caso de dos mártires auténticos que no quieren ni siquiera mezclarse con los mártires de la herejía, lo que «incluso en nuestros tiempos -nos dice- ha ocurrido en Apamea, a orillas de Meandro, se evidencia en los martirios de Cayo y Alejandro de Eumenia y de sus compañeros.»
Hay en la antigüedad varias ciudades llamados «Apamea». La más conocida estaba en Siria, a orillas del Orontes; pero la que aquí menciona especifica que es a orillas de Meandro, así que no se refiere a la Apamea de Siria sino a Apamea frigia, en la actual Turquía. La edición española del Martirologio Romano (2007) identifica tal lugar con la colina de Hisarlik, es decir, donde se asentaba la antiquísima Troya; sin embargo, a pesar de que tanto la Apamea de estos mártires como las ruinas de Troya quedan en la meseta de Anatolia, no parece que tal identificación sea correcta.
En cuanto al tiempo del martirio, es tan impreciso como el autor de la apología donde se los menciona. Sabemos que son contemporáneos de la herejía montana (también llamada catafrigia, en la que estuvo enrolado Tertuliano), pero esa herejía duró varias décadas. Como el contexto de la historia en el que Eusebio inserta esta cita se refería a la época de Marco Aurelio, es de suponer que estos martirios ocurrieron en esa época, es decir, entre el 161 y el 180, pero este criterio no es del todo seguro, ya que muchas veces Eusebio rompe el curso cronológico en su narración. Historiadores especializados en las persecuciones buscan, con distintos argumentos, una datación más precisa: Tillemont sitúa este martirio en el imperio de Septimio Severo (193-211), mientras que Neumann lo incluye en el reinado de Cómodo (180-192).
Ver Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, libro V, cap. 16,22 y contexto. Citado según edición BAC, 2008 (reimpr.), tr. Argimiro Velasco-Delgado. Para las diferentes interpretaciones de la fecha probable ver las referencias en Allard, Histoire des Persecusions, II, pág. 150.