El 29 de diciembre de 1839 fueron decapitados en Seúl, actual Corea del Sur, siete fieles -seis mujeres y un hombre-, por su condición de cristianos, en la llamada «Pequeña Puerta del Oeste». Todos fueron canonizados el 6 de mayo de 1984 en Seúl por el papa Juan Pablo II.
Benedicta Hyon Kuong-Nyon nació en Seúl el año 1794. Era la hermana mayor de san Carlos Hyon Song-mun, e hija de padre católico de la primera hora. De él recibió la primera educación cristiana. Su padre murió mártir en 1801, y la familia se trasladó a vivir en Kumsong, en la provincia de Kangwon, y luego a Tognae, en la provincia de Kyongsang. Posteriormente volvieron a Seúl. A los 17 años se casó con un hijo de un mártir, pero a los tres años su marido murió sin que hubieran tenido hijos. Vuelve con su familia y decide vivir como una cristiana muy activa, ayudando a su hermano Carlos en sus estudios. Rezaba cada día con su madre y su hermano y daba magníficos consejos a los cristianos que la visitaban. También daba catecismo a los cristianos poco instruidos, animaba a los paganos a hacerse cristianos, visitaba a los enfermos y bautizaba a los niños en trance de muerte. Recibió con gran gozo la llegada del sacerdote chino P. Yu, de cuya casa se encargó y con el que colaboró en las actividades de las mujeres cristianas. Llegó luego el P. Maubant, el P. Chastan y el obispo Imbert. Y en 1839 comenzó una nueva persecución. Benedicta supo que ella estaba en la lista de los cristianos denunciados. Tomó precauciones para no ser reconocida, pero en julio fue arrestada. Debió comparecer ante el magistrado y fue torturada horriblemente en orden a conseguir su apostasía y a sacarle el paradero de su hermano. Torturada en público ocho veces y hasta veinte veces en privado, permaneció muy firme y soportó todos los tormentos. Los misioneros fueron capturados y ejecutados el 21 de septiembre. Mientras tanto Benedicta permaneció en la cárcel hasta que el 30 de septiembre fue llevada al Ministerio de Justicia. No fue sino hasta un mes más tarde cuando se la interrogó por primera vez, declarando su disposición a morir por Dios. Estaba muy enferma y tenía el cuerpo en pésimas condiciones cuando le llegó la sentencia de muerte. Pudo escribir una carta a su hermano consolándolo y animándolo. Su rostro irradiaba felicidad cuando fue sacada de la cárcel y subida al carromato que la llevó al lugar del suplicio.
Pedro Choe Chang-Hub nace en Seúl el año 1787 y era el hermano menor del mártir Juan Choe Chang-hyon que dio la vida por la fe en 1801. Por sus estudios pudo trabajar como funcionario para el gobierno. Su padre murió cuando tenía 13 años y su hermano fue martirizado poco después, y por ello él tenía poco conocimiento de la fe cristiana, y lo mismo la joven con la que contrajo matrimonio, la futura mártir santa Magdalena Son Sobyog. Una conversación que escuchó le animó a profundizar en su fe, pero no sin miedo a las posibles persecuciones. La epidemia de cólera de 1821 le hizo plantearse más seriamente la cuestión del sentido de la vida. Él y su esposa se decidieron por recibir el bautismo y asimismo bautizaron a sus once hijos. De éstos morirían nueve los siguientes años. Cuando llegaron los misioneros recibieron los demás sacramentos. Pedro colaboraba con entusiasmo en la actividad de la comunidad cristiana. Llegada la persecución se refugió con su mujer en la casa de su yerno, pero en mayo de 1839 toda la familia fue arrestada. Pedro confesó la fe valientemente y soportó los tormentos como penitencia por sus pecados. Trasladado luego al Ministerio de Justicia, debió soportar muchos malos tratos hasta que le llegó la condena a muerte y el martirio.
Bárbara Cho Chung-I nace en Ichon, provincia de Kyonggi, el año 1782, hija de un cristiano llamado Francisco. A los 16 años contrajo matrimonio con el futuro mártir san Sebastián Nam I-gwan, y se les murió el primer hijo. En la persecución de 1801 su esposo fue desterrado, su padre y su suegro fueron martirizados. Ella permaneció en Seúl hasta que tuvo que irse con su abuelo y hermano menor, y al morir el abuelo se ganó la vida trabajando para otras familias. Su religiosidad se vino abajo en estos años de separación de su esposo. Pero en 1811 una familia católica de Seúl la invitó a irse con ella y allí la fe de Bárbara se hizo más viva y dio sus ahorros para facilitar la llegada de un sacerdote a Corea. En 1832 volvió su esposo del destierro. Ella y su esposo albergaron al P. Yu cuando llegó a Corea desde China. Visitaron a los cristianos de los alrededores y animaron a todos en su fe. Recibían en su casa a los cristianos venidos de fuera y que no tenían dónde hospedarse. Llegada la persecución, su esposo fue arrestado, juzgado y condenado a muerte y ella supo su muerte martirial el 19 de agosto de 1839. Arrestada, fue torturada de manera seguida y cruel, pero no se vino abajo en su confesión de la fe. Llevada al Ministerio de Justicia, fue finalmente condenada a muerte y decapitada el 29 de diciembre de aquel año, tras seis meses de cárcel.
Magdalena Han Yong-I nació en Seúl el año 1783 en el seno de una familia pagana. En su primera juventud contrajo matrimonio con Kwon Chin-sa, acreditado profesor y calígrafo. Por sus estudios llegó al conocimiento del cristianismo y atrajo a él a su mujer, muriendo no muchos años después de su matrimonio. Para mejor conocer el cristianismo y ser introducida en la Iglesia ella y su hija -la futura mártir santa Águeda Kwon Chini-, se fueron a vivir con una familia católica, experimentando la pobreza y falta de medios, y más tarde se fue a vivir a la casa de san Pablo Chong Ha-sang. Llegada la persecución de 1839 fue arrestada y llevada a la cárcel. Interrogada y torturada cruelmente permaneció firme en la fe. Luego de un largo período de cárcel fue condenada a muerte.
Isabel Chong Chong-Hye había nacido en Majae, provincia de Kyonggi, el año 1797, hija de santa Cecilia Yu So-sa y hermana de san Pablo Chong Ha-san, ambos mártires. Su madre era la segunda esposa de Agustín Chong Yak-jong, quien fue decapitado por la fe en la persecución de 1801 y dejó así a sus hijos este ejemplo inigualable de fidelidad a la fe cristiana. Isabel había sido bautizada por el sacerdote chino P. Chu Mun-mo en mayo de 1800. A la muerte del padre, Cecilia con sus hijos volvieron al pueblo natal, Majae, donde vivieron todos pobremente. Isabel recibió instrucción cristiana de su madre. Ella se quedó con su madre cuando su hermano Pablo las dejó para ir a la capital y atender los asuntos de la Iglesia, especialmente la necesidad de que fueran a Corea misioneros. En 1827 estaba Pablo en Pekín cuando el obispo Pires le dijo que apreciaba sus esfuerzos a favor de la Iglesia coreana pero que no estaba de acuerdo en que hubiese abandonado a su suerte a su madre y a su hermana. Entonces Pablo fue al pueblo, donde pasó un tiempo, pero luego, viendo que las condiciones económicas eran las mismas que en la capital, se llevó consigo a su madre y a Isabel para vivir en Seúl. Sobrellevaron con paciencia y humildad la pobreza en que vivían. Isabel decidió pasar el resto de su vida en el estado de virginidad. Pasaron años, llegaron por fin sacerdotes católicos, e incluso el santo obispo Imbert, e Isabel estuvo todo el tiempo junto a su hermano, atendiendo a los misioneros y viviendo en piedad, pobreza y humildad. Llegó la persecución de 1839 y ella llevaba comida y vestidos a los cristianos presos al tiempo que se ocupaba de los pobres de fuera, y mientras Pablo estaba ausente, Isabel con su madre fueron arrestadas el 1 de junio. Instada a que apostatara soportó hasta trescientos golpes de caña, pero su preocupación estuvo en consolar y animar a sus compañeros de prisión.
Bárbara Ko Sun-I había nacido en Seúl el año 1798 en el seno de una familia católica. Su padre Ko Kwang-song murió mártir en la persecución de 1801. Por ello fue su madre la que se encargó de su educación, siendo ella desde pequeña una católica firme y convencida. Al llegar a los 18 años la pidió en matrimonio un joven pagano, pero ella se negó firmemente, y poco después contrajo matrimonio con un joven católico, san Agustín Pak Chong-won. Él desempeñó un brillante papel como uno de los líderes de la Iglesia. Ambos esposos gozaban de muy buena reputación en su entorno. Llegada la persecución de 1839, Agustín tuvo que marcharse de su casa y esconderse, lo que no le impidió visitar de noche a los cristianos presos y prestar a la Iglesia muchos servicios. Bárbara se quedó en la casa. Agustín fue arrestado el 26 de octubre de 1839 y ella estaba a punto de salir para presentarse al magistrado cuando la policía vino por ella y la arrestó. Marido y mujer se reencontraron en la cárcel. Juntos comparecieron ante el magistrado y por seis veces se negaron a apostatar. Fueron bárbaramente torturados hasta el punto de quedar ambos cojos. Volvieron a la cárcel y fueron motivo de ánimo para los otros cristianos presos. A los diez días fueron llevados al Ministerio de Justicia. Nuevos interrogatorios y nuevas torturas, pero fue en vano. Perseveraron en la fe. Fueron condenados a muerte. Ella dio gracias a Dios por haberle dado la fuerza del Espíritu. No murió con su esposo, que la sobreviviría un mes.
Magdalena Yl Yong-Dog había nacido en Seúl en 1812, hija de Bárbara Cho, que moriría mártir, y hermana mayor de santa María Yi Idog. Pertenecían a una familia noble y oyeron hablar del cristianismo a su abuela, que en la ancianidad se había venido a vivir con ellas. Pero el padre era muy opuesto al cristianismo y las nuevas creyentes debieron practicar muy en secreto su fe. Magdalena, llegada a la juventud, tomó la determinación de vivir en la virginidad. Por ello cuando su padre le propuso matrimonio el problema estalló. Ella se mantuvo firme pero el padre también. Vivió muy angustiada durante años y cuando cumplió 27 el padre volvió a insistir en que se casara. Le pidió permiso al obispo Imbert para abandonar su casa, pero el obispo no lo creyó prudente. Le hizo caso de momento pero luego, vista la oposición del padre al cristianismo, la madre tomó la resolución de marcharse con sus hijas a casa de un creyente. El obispo al saberlo les pidió que volvieran a su casa pero ellas le explicaron que en la costumbre del país ello era imposible. Alquilaron una casita donde vivían pobremente pero podían practicar su religión. Catalina Yi y su hija Magdalena Cho se le juntaron y se animaron unas a otras. Llegada la persecución de 1839, empezaron a prepararse para el martirio. Fueron arrestadas y llevadas ante el magistrado, se negaron a apostatar y fueron torturadas. Llevadas a la cárcel, allí Bárbara Cho y Catalina Yi contrajeron el tifus y murieron, y asimismo Magdalena, pero mejoró y pudo asistir a su madre que murió también de la fiebre. Interrogadas y torturadas de nuevo, fueron por fin llevadas al Ministerio de Justicia y recibieron la condena a muerte luego de expresar con firmeza su fe. Magdalena moriría un mes antes que su hermana.