Bien podríamos llamar a esta hagiografía «La cuestión turibiense», porque posiblemente sea necesario gastar más tiempo en establecer de qué Toribio estamos hablando, que reseñar unos hechos que -cuando no son legendarios- son escasísimos. Y para no perdernos en prólogos, vayamos directo al asunto: cuatro Toribios tienen relación con esta memoria que hoy celebramos: Toribio de Astorga, Toribio de Liébana, Toribio de Palencia y Toribio de Turín. De todos ellos -dos históricos: el de Astorga y el de Palencia, y dos fruto de confusiones: el de Turín y el de Liébana- el personaje de nuestra fecha es el obispo de Astorga, sin embargo cada uno de los otros ha sido en algún momento identificado (o incluso lo sigue siendo en la actualidad) con éste. Así que vayamos por partes:
Santo Toribio de Palencia (11 de noviembre) fue un monje al parecer benedictino del siglo VI quien, según afirma el Cronicón de Hauberto Hispalense, nació en un lugar llamado Turenao o Turieno, cercano a Liébana, en Asturias. Con sólo este dato podemos descartar desde ahora mismo a uno de los cuatro: el de Turín es sólo una deformación del nombre de Turenao o Turieno, y de hecho no se venera en el Martirologio Romano por considerarlo espurio, aunque algún santoral italiano pretende que el único auténtico entre todos cuatro es... naturalmente, el de Turín.
Este santo Toribio de Palencia fundó, según parece, un monasterio en Liébana, llamado San Martín de Turieno. Con mucha posterioridad (siglo XII), y para preservarlas de una posible profanación musulmana, las reliquias de santo Torbio de Astorga, y en especial la reliquia de la Vera Cruz que habría sido propiedad del obispo de Astorga, fueron trasladadas allí, de modo que la presencia de tan importantes símbolos, junto con el vago recuerdo de que el monasterio había sido fundado por un tal Toribio, fueron haciendo que en los documentos contemporáneos comenzara a reemplazarse el nombre de San Martín, titular original del monasterio, por el de Santo Toribio, que terminó siendo Santo Toribio de Liébana, identificado, no con el fundador (el de Palencia) sino con el Obispo, personaje más relevante por conocerse más hechos, y sobre todo por las leyendas en torno a su viaje a Jerusalén y la adquisición de la reliquia de la Vera Cruz. Tenemos entonces nuestro segundo Toribio -el de Liébana- fruto de la confusión histórica, y que puede identificarse tanto con el de Palencia -por haber fundado el monasterio- como con el de Astorga -por haberlo prestigiado con sus reliquias-; lo habitual es identificarlo con el de Astorga, pero recuérdese: el de Astorga no estuvo en vida en Liébana, además -como se observa afinando la vista- mal podría haber estado en un monasterio benedictino, ni como fundador ni como visitante, alguien cuya vida se desenvolvió un siglo antes que la de san Benito.
Para abundar en confusiones, el Toribio palentino fue considerado por algunos hagiógrafos posteriores obispo, y no sólo monje, pero sin duda se debe a la contaminación con la historia de su tocayo de Astorga, ya que no hay ningún documento antiguo que lleve a pensar que santo Toribio de Palencia haya sido obispo.
Podemos ahora sí, abocarnos a la vida del obispo de Astorga. No se conocen muchos datos -casi es redundante decirlo de los santos de esa época- pero puede situarse su vida con cierta precisión en torno a unos pocos hechos fundamentales
-Se conservan cartas (misiva y respuesta) con el papa San León Magno, en torno a la situación de la herejía prisciliana, que el obispo de Astorga ayudó a combatir, y en relación a la cual actúa como legado papal en el I Concilio de Braga (del que lamentablemente no han quedado las Actas). Esto tiene como escenario el 447, asi que el ascenso al episcopado tiene que ser anterior.
-Astorga fue destruida en el 456, y no figura el obispo como muerto en las luchas o exiliado, esta omisión es suficiente para entender que para esa fecha ya había muerto.
Estos dos hechos sitúan su episcopado, entonces, de unos diez años (poco más o menos) entre el 446 y el 456, y ligado a la crisis priscilianista, una herejía nacida en Galicia a fines del siglo IV, y que se extendió con cierta rapidez en toda España, y más allá de la península; resultaba una mezcla de errores trinitarios (no hay tres personas sino una, la carne del Hijo es apariencia, etc), maniqueos (condena del matrimonio, de la procreación, de los elementos del mundo, etc), junto con aspectos de revolución social radical.
La actuación de Toribio en torno a esta herejía no puede considerarse, ni mucho menos, definitiva, ya que el priscilianismo sigue activo aun por un siglo más, sin embargo debió haber sido importante su refutación del momento en que a lo largo de los siglos, no habiéndose conservado otras noticias sobre su vida, sí se ha conservado como principal esta actuación. Las Actas del II Concilio de Braga, un siglo más tarde, recogerán los cánones antipriscilianos que habían elaborado epistolarmente san León Magno y santo Toribio de Astorga.
No conocemos su fecha y lugar de nacimiento, aunque algunas fuentes antiguas lo sitúan en Betanzos, en la actual Galicia, y ciertamente -sea o no ésa la ciudad- nació en la provincia romana de Gallaecia. Como suele ocurrir cuando de un personaje relevante se carece de datos, la fantasía trata de rellenar las lagunas. Desde el siglo XIII (es decir, contemporáneo al traslado de sus reliquias a Liébana) surge la leyenda de que antes de ser obispo habría realizado un viaje de peregrinación a Jerusalén, y que allí habría estado al servicio mismo del templo por cinco años, antes de abandonar el lugar y volver a su Gallaecia original, no sin antes recibir como regalo un fragmento de la auténtica Cruz de nuestro Señor, que se venera en la actualidad en el monasterio de Liébana. No hay documentación contemporánea o cercana a la vida del santo que avale ninguno de estos hechos. La reliquia de la Vera Cruz existe en Liébana, pero no parece autentificable, y aunque lo fuera, es difícil establecer qué relación pudiera tener con nuestro santo.
Retengamos entonces de él lo que lo hace grande a los ojos de nuestra fe: su defensa de la fe auténtica, y su entrega a la misión pastoral que se le confiara. No hace falta más para ser santo, tan sólo hacer bien lo que debe ser bien hecho.
Bibliografía: me basé principalmente en los datos críticos bien resumidos (aunque, todo hay que decirlo, expuestos con mucho desorden) de la Enciclopedia Rialp: «Toribio, Santo». La vida legendaria en su forma clásica puede leerse en el Croisset. Santi e beati nos presenta la variante italiana del santo, con escaso fundamento pero mucha voluntad nacional. Las demás fuentes que he consultado en internet no resultan sino variantes de éstas, sobre todo de la de Croisset, actualizado en lenguaje, y empobrecido en estilo.