Las tres santas mártires eran muchachas de corta edad; se sabe con certeza que Máxima tenía 14 años y Secunda 12, pero de Donatilla no se sabe, aunque debía ser también muy joven. El relato de su «Passio», escrita en los primeros siglos, inicia con las jóvenes Máxima y Donatilla, que eran dos vírgenes que vivían en las cercanías de Tuburbo, en África, en un dominio imperial. En el 303 el procónsul Anulino promulgó los edictos imperiales de Diocleciano, que prescribían a todos los habitantes comparecer para dar culto a los dioses, bajo severísimas penas en caso de abstenerse. El poblado entero obedeció; sólo las dos jóvenes rehusaron por ser cristianas. Denunciadas por una mujer del lugar, fueron arrestadas y trasladadas a Tuburbo para ser juzgadas por Anulino.
A estas dos jóvenes se unió otra, Secunda, que era también una virgen cristiana. Después de haber sufrido varios interrogatorios con el propósito de hacerlas apostatar, Anulino, vista su negativa, las condenó a ser decapitadas. Algunos estudiosos piensan que la tercera joven fue martirizada con las otras dos, pero que era una virgen de Tuburbo arrestada aisladamente, ya que en los interrogatorios no figura, como si no estuviera presente.
El Martirologio Romano, siguiendo al Calendario Cartaginés, pone la celebración de estas tres mártires africanas el 30 de julio. Una inscripción en piedra descubierta en 1889 en África dice: «Sanctae tres Maxima Donatilla et Secunda bona puella» («Tres santas: Máxima, Donatilla y Secunda, buena niña»).
Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.