Nazaria Ignacia March Mesa nació el 10 de enero de 1889, en Madrid-España. A la edad de 9 años sintió la primera llamada del Señor: «Tú, Nazaria, sígueme». A la que Nazaria respondió: «Te seguiré, Jesús, lo más cerca que pueda una humana criatura». Por motivos económicos, su familia se trasladó a México y allí ingresó con las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en 1908. Después de unos años fue destinada a Oruro, Bolivia, y, durante más de 12 años, se dedicó con todo fervor al cuidado de los ancianos, viendo en ellos los miembros doloridos del Cuerpo de Cristo.
En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, en el año 1920, en la meditación del Reino, vio plasmados sus ideales de trabajar con todas su fuerzas por la unión y extensión del Reino de Cristo y concibió una Congregación religiosa como «una cruzada de amor en torno a la Iglesia».
El 16 de junio de 1925, Nazaria salió de las Hermanitas, para iniciar la fundación de la nueva Congregación, diez jóvenes bolivianas de distintos lugares fueron sus primeras compañeras; y El 12 de febrero de 1927, se declaró erigida canónicamente la Congregación religiosa diocesana de las Hermanas Misioneras de la Cruzada Pontificia.
El día 9 de junio de 1947, ya muerta Nazaria Ignacia, el Instituto recibió la aprobación definitiva de las Constituciones y el nombre de Misioneras Cruzadas de la Iglesia.
Según las Constituciones, escritas por la Madre Nazaria Ignacia, «El Instituto de las Misioneras de la Cruzada Pontificia, tiende a realizar la acción social de la mujer». La Madre dirá también: «En amar, obedecer y cooperar con la Iglesia en su obra de predicar el Evangelio a toda criatura, está nuestra vida, el ser lo que somos». «Este es nuestro espíritu: guerrero, fiel, nada de cobardías, todos amores, amor sobre todo a Cristo y en Cristo a todos. Repartirse entre los pobres, animar a los tristes, dar la mano a los caídos; enseñar a los hijos del pueblo, partir su pan con ellos, en fin, dar toda su vida, su ser entero por Cristo, la Iglesia y las almas».
Nazaria Ignacia muere en Buenos Aires, Argentina, el 6 de julio de 1943, dejando gran fama de santidad. Fue beatificada por SS. Juan Pablo II en Roma, y canonizada por SS. Francisco, también en Roma, el 14 de octubre de 2018.