Hija de Diego, capitán de los lanceros de Fernando II, rey de Nápoles, y de Adelaida Valentino, Julia Salzano nació en Santa María Capua Vetere, provincia de Caserta, el 13 de octubre de 1846. Huérfana de padre a los cuatro años, la llevaron para su educación a las Hermanas de la Caridad en el Orfanato regio de San Nicolás La Strada, donde permaneció hasta los quince años. Una vez obtenido el diploma de magisterio, tuvo el encargo de enseñar en la escuela municipal de Casoria, provincia de Nápoles, donde se trasladó con la familia en octubre de 1865.
A la enseñanza se unía un notable interés por el catecismo y la educación de la fe de los niños, de los jóvenes y de los adultos, y el cultivo de la devoción a la Virgen María. Junto con la beata Catalina Volpicelli, propagó el amor y el culto al Sagrado Corazón, viviendo el lema: «ad maiorem Cordis lesu gloriam» («para mayor gloria del Corazón de Jesús»).
Su constante preocupación por llevar la doctrina y la vida de Cristo a través de la enseñanza y el testimonio, la impulsó a fundar en 1905 la congregación de Hermanas Catequistas del Sagrado Corazón. Gastó toda su vida en el carisma de la catequesis, y decía: «Yo impartiré siempre el catecismo, mientras me quede un hilo de vida. Y os aseguro que me encantaría morir enseñando el catecismo». Del mismo modo exhortaba a sus hijas: «La hermana catequista ha de sentirse siempre dispuesta a instruir a cualquier hora a los pequeños e ignorantes, no debe tener en cuenta los sacrificios que exige este ministerio, sino que, más bien, debería desear morir en la brecha, si Dios así lo quisiera».
Otro Beato, Ludovico de Casoria, como en tono profético, le dijo: «Ten cuidado que no te venga la tentación de abandonar a los pequeños de nuestra querida Casoria, porque la voluntad de Dios es que vivas y mueras entre ellos». Y así fue, murió en Casoria el 17 de mayo de 1929. «Doña Julieta», como la llamaban los ciudadanos de Casoria, dejó una viva fama de santidad, y el 29 de enero de 1937 se inició el proceso de beatificación, que llegó a su fin con la proclamación como beata por parte de SS. Juan Pablo II, el 27 de abril de 2003.