De acuerdo con la tradición, la princesa Irmina, de quien se dice que fue hija de Dagoberto II de Austrasia (672-679), había sido prometida en matrimonio al conde Herman. Ya estaban hechos todos los preparativos para la boda en la ciudad de Tréveris, cuando uno de los hombres que estaban al servicio de la princesa y perdidamente enamorado de ella, tendió una celada al conde sobre un despeñadero vecino a la ciudad, se arrojó sobre Herman con inaudita saña, lucharon los dos a brazo partido y ambos cayeron abrazados en el precipicio.
Tras este trágico epílogo de sus proyectos, Irmina obtuvo la autorización de su padre para ingresar a un convento que el propio Dagoberto había fundado o reconstruido en las proximidades de Tréveris. Santa Irmina fue una celosa colaboradora en los trabajos misioneros de san Wilibrordo y, en el año de 698, le cedió la mansión en la que él fundó el famoso monasterio de Echternach, en el territorio del actual Luxemburgo. Se afirma que aquel donativo lo hizo como una muestra de reconocimiento cuando san Wilibrordo contuvo milagrosamente una epidemia que había azotado a su convento y causaba muchas víctimas. Eso es todo lo que se sabe de cierto sobre santa Irmina. La historia sobre los primeros años en la vida de Santa Irmina, la cuestión del matrimonio, sobre los que únicamente un monje llamado Tiofrido hizo un relato cerca de cuatrocientos años después de la muerte de la santa, es probablemente fabulosa. Al respecto puede notarse que el Martirologio Romano actual la consigna como matrona y no como virgen.
La biografía en latín de santa Irmina, editadada por Weiland en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores, vol. XXIII, pp. 48-50, es una versión de la obra de Tiofrido y no de Teodorico, de quien se dice que la escribió un siglo después. Ver Analecta Bollandiana, vol. VIII (1889), pp. 285-286, así como C. Wampach, en Grundherrschaft Echternach, vol. I, parte 1 (1929), pp. 113-135 y cf. los documentos impresos en la parte II (1930).