Una de las víctimas de Teodorico el Godo, en Italia, fue el noble patricio romano Quinto Aurelio Símaco, que había sido cónsul en 485 y fue injustamente ejecutado en 525. Sus tres hijas se llamaban Rusticiana (la esposa de Berrio), Proba y Galla. El nombre de esta última figura en el Martirologio Romano el día de hoy. En los «Diálogos» de san Gregorio hay un corto relato de su vida y su muerte. Galla quedó viuda un año después de haber contraído matrimonio. Aunque era joven y rica, determinó consagrarse a Cristo en vez de casarse de nuevo. A este propósito, san Gregorio escribe que el matrimonio «empieza siempre con alegría y acaba tristemente»; pero tal generalización es injusta. A pesar de que los médicos dijeron a Galla que si no se casaba iba a crecerle la barba, la joven permaneció firme en su propósito e ingresó en una comunidad de vírgenes consagradas a Dios, cerca de la basílica de San Pedro. Allí vivió muchos años, entregada a la oración y al cuidado de los pobres y necesitados.
Siendo ya de cierta edad, se vio afligida por un cáncer en el pecho. Una noche en que los dolores no la dejaban dormir, se le apareció san Pedro entre dos cirios (porque la santa odiaba tanto la oscuridad material como la espiritual). Galla exclamó: «¿Vos venís a visitarme? ¿Mis pecados están perdonados?» San Pedro inclinó la cabeza diciendo: «Sí, están perdonados». Y añadió: «Ven y sígueme». Pero Galla, que tenía una amiga muy querida llamada Benita, rogó a San Pedro que la llevase también consigo. San Pedro le replicó que ella y otra de las religiosas morirían tres días más tarde y que Benita sería llamada un mes después. San Gregorio relató los hechos cincuenta años después y afirma que «las religiosas del monasterio, que oyeron a sus predecesoras narrar los acontecimientos, podían contarlos hasta el último detalle, como si hubiesen presenciado el milagro». Se supone que la carta de san Fulgencio, obispo de Ruspe, «Sobre el estado de viudez», estaba dirigida a santa Galla. Las reliquias de la santa se conservan, según se dice, en la iglesia de Santa María in Pórtico.
Prácticamente todo lo que sabemos acerca de santa Galla se reduce a lo que dice el artículo de Acta Sanctorum, oct. vol. III. Probablemente la iglesia de San Salvatore de Gallia en Roma estaba dedicada a nuestra santa. Cerca del Vaticano se hallaba el hospicio francés de San Salvatore in Ossibus; dicho hospicio se mudó más tarde a las cercanías de San Salvatore de Galla, y ello explica que el nombre de Galla haya sido substituido por el de Gallia. Véase P. Sepezi, en Bullettino della Com. archeolog. di Roma, 1905, pp. 62-103 y 233-263.