Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencreas. Recibidla en el Señor de una manera digna de los santos, y asistidla en cualquier cosa que necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo. (Rom 16,1-2)
Esto es todo lo que tenemos sobre la diaconisa Febe, cuya fama excede con mucho estas dos líneas. En alguna época se la tuvo por esposa de san Pablo, punto al que, para refutarlo, dedican gran parte del artículo los bolandistas, en Acta Sanctorum; pero realmente no merece demasiada argumentación, porque no hay nada en este versículo -que es el único donde aparece- que apunte esa posibilidad.
En nuestra época vuelve a ser recordada con frecuencia, a propósito del título de diaconisa que le da san Pablo, ya que hace pensar en la existencia en aquella época de un ministerio femenino ordenado. Sin embargo no es posible extraer ninguna conclusión de este único testimonio: Romanos está en medio de la transición del uso de la palabra "diáconos" como genérico -en griego sólo quiere decir "servidor"-, tal como aparece en 2Cor 3,6, por ejemplo, a un uso ya más especializado como nombre de un ministerio ordenado, como en 1Tim 3,8, por ejemplo. Lo que no es intelectualmente demasiado honesto es pretender que siempre que el Nuevo Testamento se refiere a un diácono, se trata de un ministerio ordenado, excepto cuando habla de Febe; o su contrario: que el diaconado como ministerio es una evolución muy posterior, post-bíblica, excepto cuando se habla de Febe. Estos dos errores argumentales son muy frecuentes en las disputas sobre el ministerio ordenado.
Si atendemos al uso posterior del término, el nombre de «diaconisa» se siguió utilizando en la literatura espiritual para referirse a las mujeres que se consagraban a Dios como viudas, y no es raro encontrar en los martirologios latinos que una santa «recibió el velo de las diaconisas», lo que no se refiere a ningún ministerio ordenado, sino a la consagración en la viudez, evocando el papel de las viudas en la primitiva comunidad cristiana, como «servidoras» de la comunidad. Por supuesto esto no despeja la duda sobre la diaconía de Febe, pero nos muestra que no es nada fácil deducir a lo que realmente se refiere una única cita aislada.
Según parece, Febe es la que va a entregar la carta a los romanos de parte de san Pablo («recibidla...»); «los santos» es el nombre como se reconocían los primeros cristianos, al menos en algunas comunidades, y tenemos testimonio de ello tanto en cartas de Pablo como en Apocalipsis. Sólo más tarde el título de «santo» se reservó para los mártires, y más tarde aun para los cristianos de la Iglesia triunfante, hasta derivar en nuestro uso moderno de título específico para referirse a los oficialmente canonizados por la Iglesia. Cencreas, la comunidad local desde la que escribe Pablo esta carta, era uno de los dos puertos de la populosa ciudad de Corinto. No sabemos nada acerca de cuál es la protección que brindó febe a los cristianos, y entre ellos a Pablo, pero dadas las características de las iglesias domésticas primitivas, podría ser tanto de hospitalidad, como de ayuda ante las autoridades del lugar.
Acerca de la cuestión del matrimonio de Pablo, Acta Sanctorum, septiembre, I, pág 602ss. Sobre la diaconía, tironean de las mangas de Febe tanto los anti ministerio femenino como los pro ministerio femenino, y la bibliografía es amplia, simplemente todo el que trate el tema del ministerio femenino en la Iglesia, menciona a Febe, ya sea para afirmar que era una ministro ordenada, como para negarlo. Sobre los elementos básicos del fragmento (localización, lenguaje, etc) puede verse el artículo sobre Romanos en Nuevo Comentario Bíblico «San Jerónimo», pág 417. En el mismo Acta Sanctorum de septiembre, como introducción a todo el tomo I hay un artículo del P. Juan Pino sobre el diaconado femenino en la Iglesia, y es interesante ver la visión que se tenía del tema en la primera mitad del siglo XVIII. Adón introdujo el nombre de Febe en el Martirologio, en el siglo IX.