Podemos imaginarnos las fiestas que saludaron en Camerino, alta y luminosa en la gran cresta de los Apeninos, a la primogénita del señor de la ciudad el 9 de abril de 1458, a la cual se le puso el nombre de Camila. Su padre, Julio César Varano, y su madre, Juana, de la familia Malatesta, soñaban para ella un matrimonio espléndido, con algún gran señor de una ciudad vecina, o un Montefeltro, o un Vitelleschi, o un Sinibaldi, tanto más cuanto que Camila crecía con muy buen aspecto y de inteligencia despierta.
«Todo el tiempo, escribiría después, lo pasaba en serenatas, bailes, paseos, en vanidades y en otras cosas juveniles y mundanas que de éstas se siguen». Pero en la vida de la joven, bella y culta Camila Varano, princesa de Camerino, había un pequeño secreto que solamente ella conocía. Pidió a su padre permiso para entrar no en un palacio señorial, sino en un pobrísimo convento donde se seguía la dura regla de Santa Clara. Después de una prolongada y obstinada resistencia, Julio César Varano debió plegarse a la firme decisión de su hija. Con la muerte en el corazón permitió que su Camila entrara en Urbino, no como princesa esposa de un príncipe, sino con los pies descalzos, para encerrarse en un convento de clarisas, donde tomó el nombre de Sor Bautista.
Su padre, para calmar su orgullo herido, no pudo hacer otra cosa que restaurar y ampliar, en Camerino, el monasterio de Santa María Nuova, y tener así más cerca a su hija, en adelante para siempre esposa de Jesús. Entre los secretos muros de aquel monasterio Sor Bautista Varano tuvo visiones y revelaciones, que su padre espiritual le obligó a escribir. Así nacieron en la intimidad de la celda, aquellas obras que debían hacerse famosas en la literatura mística del siglo XVI: «Los dolores mentales de Jesús», «La vida espiritual», «Las consideraciones sobre la pasión», «El tratado de la pureza del corazón», las «Oraciones» y las «Poesías».
Mientras la clarisa llevaba su propia vida en la contemplación, César Borgia asaltaba la ciudad de Camerino, asesinando despiadadamente a Julio César Varano y a sus dos hijos. Sor Bautista tuvo para ellos lágrimas secretas, orando desde lejos, pero perdonando al asesino. Su máxima era : «Hacer el bien y sufrir el mal», y sufrirlo no solos, sino con Jesús en la cruz. Murió en Camerino el 31 de mayo de 1524 a la edad de 66 años. Gregorio XVI el 7 de abril 1843 aprobó su culto.