De Víctor es difícil encontrar noticias biográficas, ya que no recibió culto local en Capua, a pesar de que su santidad y sabiduría fueron reconocidos ya desde al antigüedad. Esto se ve claro por sus reliquias, que se conservaron en la catedral, y fueron encontradas y reconocidas en 1480. Ha permanecido su inscripción sepulcral, que habla de un episcopado de poco más de trece años. Murió el 2 de abril del 554, aunque, conforme a la costumbre antigua, la fecha de su memoria se estableció en principio el 17 de octubre, aniversario de la traslación de reliquias, y sólo en nuestra época (ya en la edición del Martirologio Romano de principios del siglo XX) se colocó en el aniversario de su muerte, es decir, su nacimiento en el cielo.
Beda el Venerable dice que san Víctor era «hombre doctísimo y santísimo». Y en el mismo sentido se expresan los hagiógrafos Adón y Usuardo. El propio Beda cuenta que el cálculo que Victor hizo de cómo debía computarse la fecha de Pascua fue recibido y aprobado por el Sínodo de Arlés, y da otros detalles de su vastísima obra.
De esa obra quedan sólo fragmentos, pero se puede colegir que fue de gran amplitud y profundidad. Su saber se extendía no sólo a cuestiones de exégesis bíblica y teología, sino que abarcaba también matemáticas, astronomía y música. Al cómputo pascual hay que añadir sus trabajos de exégesis y crítica textual bíblica, no menos importantes. Entre otras cosas realizó una cuidada copia de la Vulgata latina, así como las epístolas de Pablo en el orden en que se leía en las iglesias. Ese documento, que llegó a Alemania de la mano de san Bonifacio, fue la fuente de las traducciones posteriores, y es un testigo excepcional del texto latino antiguo.
Ver Di Berardino, Patrología IV, pág 299, ed. BAC. Acta Sanctorum, octubre VIII, pág 81 (con la cita de Beda completa, y el epitafio latino).