No hay documentos ciertos sobre San Terenciano, las tradiciones que se conservan en Todi lo vinculan a un grupo de colonos enviados por el propio emperador Augusto a la Umbría. La leyenda local dice que Terenciano habría recibido la fe cristiana directamente del Evangelio de Jesús y del ejemplo de los apóstoles. Un sacerdote pagano del templo de Júpiter de nombre Flacco denunció, o hizo denunciar, al Santo obispo al emperador Adriano, y este último envió a Todi al procónsul Leciano. Se desarrolla entonces la escena del martirio semejante a otras narraciones también legendarias: el acusado recibió un castigo divino -por ejemplo, en este caso, Flacco se vuelve ciego-, las estatuas caen y se rompen, etc. finalmente el santo es decapitado junto con su acusador, quien, viendo el poder del Dios que puede quitarle la vista y devolvérsela, se convierte, es bautizado y deviene mártir.
Lo más antiguo que parece poder rastrearse el martirio de Terenciano en la historia no es ni la época de Augusto ni la de Adriano sino el siglo IV, y sin que puedan establecerse las circunstancias del martirio con mayor precisión.