El grande ejemplo de fortaleza que dieron en Córdoba los ilustres mártires Sisenando y Pablo, encendió de tal modo el ánimo de otro esforzado militar de Jesu-Cristo llamado Teodemiro, que ni la severidad de los jueces árabes , ni los enormes castigos que estos ejecutaban contra los fieles, ni el amor a la vida, pudieron intimidarlo, para que dejase de combatir contra los enemigos de la fe, ansioso de lograr la corona del martirio.
Fue este héroe natural de un pueblo llamado antiguamente Carmo y hoy Carmona, del que se fue por amor al retiro, queriendo adquirir la perfeccion a que aspiraba en algun claustro religioso. Y en efecto, vistió el hábito de monje en lo mas florido de sus años. No nos dice san Eulogio, en cuál de los monasterios de Córdoba entró el ilustre mancebo, ni tampoco nos consta los laudables hechos de su vida después de religioso; pero por el glorioso término de su carrera podemos inferir las heroicas virtudes en que se ejercitó en el claustro, especialmente en el ardiente amor para con Jesu-Cristo, que le impelió a confesar su santo nombre ante los tribunales de sus enemigos.
Disponían las leyes de los Moros, en aquella desgraciada época que perseguía de muerte a los cristianos el rey Abderramán, que fuese decapitado el fiel que se atreviese a confesar públicamente su ley, y a declamar contra su Profeta Mahoma; y habiéndolo hecho asi Teodemiro con un desprecio total de semejante castigo, sentidos los árabes de su valerosa osadia, le degollaron en el dia 25 de Julio del año 851. Dejaron el venerable cadáver en el lugar del suplicio, y recogido por los cristianos, le dieron sepultura en la Iglesia de San Zoilo, con el de San Pablo y Sisenando, los que se trasladaron después al templo de San Fausto, Januario y Marcial, para ocultarla en él por temor de la furia de los mahometanos; bien que el Cielo los descubrió por los años 1565 en la misma Iglesia, que hoy es de San Pedro, con otros de muchos mártires que padecieron en Córdoba.
La memoria que dejó san Eulogio en sus escritos sobre Teodemiro, y la noticia que de la recuperación de sus reliquias se tuvo en Carmona, despertó la devocion de aquellos naturales para con el ilustre mártir, que estimándole como honor y gloria inmortal de su patria, le eligieron por su Patrono; y habiendo obtenido Breve Apostólico para que como a tal se celebrase su fiesta, se continúa con toda solemnidad, especialmente después que consiguieron una de sus reliquias, la que pidió al Obispo de Córdoba en el año 1609 Don Lázaro Briones y Quintanilla, Alferez mayor y Regidor de Carmona, a nombre del Estado Eclesiástico y Secular, obligándose a conducirla con toda veneracion, y colocarla en altar consagrado a su advocacion. Defirió el Ilustrísimo de Córdoba a una pretension tan justa en 15 de Mayo del mismo año, y dió un hueso del santo a fray Rodrigo de Quintanilla, de la Orden de Santo Domingo, para que lo condujese en compañía de otros muchos religiosos, que a la sazón se hallaba en el Capítulo Provincial que se celebró en Córdoba. Fue recibida en Carmona con las demostraciones del mayor júbilo, y mientras disponía la ciudad lo necesario para su colocacion, se depositó en el Monasterio de las Monjas de la Madre de Dios de la misma Orden de Santo Domingo, desde donde se hizo la traslacion de la venerable reliquia al altar propio del Santo dentro de la Capilla del Sagrario de la Iglesia mayor, donde se le tributa el culto debido: y se celebra su fiesta en el dia último de Julio, por estar impedido el veinte y cinco (que fue el de su glorioso martirio) con la festividad del Apostol Santiago.
Al igual que para otros santos del mismo grupo, hemos tomado este texto del «Suplemento á la última edicion del Año Christiano», del P. Juan Croisset, S.J. (Juan de Croiset, dice la portadilla), en redacción correspondiente de D. Juan Julián Caparrós, tomo II, pág 136 a 138, edición de 1797, afortunadamente puesta a disposición, en un escaneo de muy buena calidad, por Google Libros. He corregido parte de la gramática del texto, para evitar mayores dificultades en la lectura, sin embargo, me ha parecido adecuado respetar algo del sabor antiguo de la redacción, que es gran parte del atractivo de las páginas del Croisset.
La fuente única para éste, como para la inmensa mayoría de los «mártires de Córdoba», es el «Memoriale Sanctorum» de san Eulogio de Córdoba; en este caso la historia está en el libro II, cap VI, es decir, en el mismo capítulo donde trata el martirio de Pablo, y a continuación de éste, de donde el P. Caparrós recoge lo sustancial de la historia. El texto de Eulogio puede verse, en latín, en una edición facsimilar muy legible, en el proyecto Cervantes Virtual. Imagen: talla del artista sevillano José de Arce, siglo CVII, que se venera en Carmona, y se tenía por anónima hasta el año 2009, en que se descubrió la autoría.