San Simón Stock fue indudablemente un destacado miembro de la Orden del Carmelo en una época crítica de su historia, y su nombre, relacionado con la revelación del escapulario, es conocido de todos los católicos. Sin embargo, hemos de confesar que sabemos realmente muy poco sobre su vida y su carácter. Se dice que tenía cien años cuando murió, en Burdeos, el 16 de mayo de 1265; pero el dato procede de un catálogo de santos carmelitas redactado más de un siglo y medio después y, por consiguiente, es de autenticidad dudosa. Por otra parte, es inverosímil que el santo haya sido elegido prior general de la orden a los ochenta y dos años y que haya podido viajar, a esa edad, a sitios tan alejados como Inglaterra, Sicilia, Gascuña y Bolonia. El catálogo arriba citado cuenta que san Simón era vegetariano; como le ofreciesen un día un pescado asado, el santo dio la orden de que lo echaran de nuevo al río y ¡el pez volvió a nadar como si nada hubiera pasado! Tampoco tiene ningún fundamento la leyenda donde se afirma que se dio a san Simón el apellido de Stock (en inglés esta palabra significa «tronco») porque de joven había vivido como anacoreta en el hueco de un tronco. En general, los datos que poseemos sobre el santo antes de 1247, se reducen a simples conjeturas.
El P. Benito Zimmerman supone, con bastante probabilidad, que después de haber vivido algunos años como ermitaño en Inglaterra, Simón se trasladó a Tierra Santa. Ahí entró en contacto con algunos de los primeros carmelitas, que originalmente eran ermitaños, e ingresó en dicha orden. Los sarracenos hicieron imposible la vida a los carmelitas, quienes se vieron obligados a disolver las comunidades de oriente y a emigrar a Europa. Según parece, san Simón regresó a Kent, donde había nacido. Como era un hombre muy vigoroso y de excepcional santidad, el capítulo general de Aylesford, de 1247, le eligió para suceder a Alan en el cargo de superior general.
Bajo el gobierno del santo, la orden creció mucho. El P. Zimmerman escribe: «San Simón estableció conventos en cuatro ciudades universitarias: Cambridge, Oxford, París y Bolonia. Con ello ingresaron en la orden muchos jóvenes, algunos de los cuales no eran tal vez muy maduros. Además, san Simón fundó cierto número de conventos en Inglaterra e Irlanda y tal vez, también en Escocia, en España y en diversos países del continente europeo». Es de suponer que, bajo el gobierno del santo, la regla que había sido concebida originalmente para ayudar a los ermitaños a alcanzar la perfección, fue adaptada a las nuevas necesidades de una orden de frailes mendicantes, dedicados a la predicación y al ejercicio de los ministerios sacerdotales. El Papa Inocencio IV, en 1247, aprobó las nuevas constituciones. En 1252, el mismo Sumo Pontífice publicó una carta en defensa de los carmelitas, cuyo éxito provocó la envidia y la hostilidad del clero en varios países.
Por aquellos mismos días tuvo lugar, según se cree piadosamente, la aparición de la Santísima Virgen a san Simón, cuando le comunicó el extraordinario privilegio del escapulario. La Madre de Dios llevaba el escapulario en la mano y dijo a Simón: «Cuantos mueran con este hábito se salvarán. He aquí el privilegio que te concedo a ti y a todos los carmelitas». No vamos a discutir aquí este punto que ha suscitado controversias durante tantos siglos. Lo único que podemos decir es que las pruebas de la historicidad de la aparición no son muy satisfactorias, ya que no existe ningún documento de la época que haga mención de ese suceso. Pero lo cierto es que la devoción del escapulario se ha extendido en toda la Iglesia y ha sido enriquecida con indulgencias por varios Papas. En la liturgia de los carmelitas calzados se conservan dos antífonas, la «Flos Carmeli» y el «Ave Stella Matutina», que se atribuyen unánimemente a san Simón y muestran la devoción que profesaba a la Santísima Virgen. San Simón no ha sido canonizado oficialmente y su nombre aparece en el Martirologio Romano sólo como culto autorizado (es decir, equivalente a beato); pero la Santa Sede ha dado permiso de celebrar su fiesta a la Orden del Carmelo y a las diócesis de Birmingham, Northampton y Southwark. Se cuenta que el santo obró numerosos milagros en Burdeos, donde fue sepultado. Sus restos fueron solemnemente trasladados, en 1951, al nuevo convento de Aylesford, en Kent.
Prácticamente todos los documentos auténticos sobre el santo se hallan reunidos en Monumento Histórica Carmelitana (1907) del P. Benito Zimmerman, O.D.C. Véase también su artículo en The Month (oct. 1927), y De sacro Scapulari Carmelitano en Analecta OCD., vol. II (1927-1928), pp. 70-89. La obra del P. B.M. Xiberta, De visione Sti. Simonis Stock (1950), representa bien la actitud conservadora de la Orden del Carmelo en lo referente a la entrega del escapulario. Como ilustración de la actitud extremista, véase H. Thurston en The Month (junio y julio de 1927). Cf. Études Carmélitaines, vol. XIII (1928), pp. 1 ss.