Salvio, que fue famoso por sus milagros, sucedió a Ado en la sede de Amiens, durante el reinado de Teodorico II. Sus reliquias fueron primeramente veneradas en la abadía benedictina de su nombre, en Montreuil de Picardía, a donde habían sido trasladas de la catedral de Amiens, algunos años después de su muerte. Estos datos provienen de una vida anónima, sin ningún valor crítico, que como lo demuestra Duchesne, no es más que una copia de la biografía de otro san Salvio de Albi, escrita por Gregorio de Tours, y con quien frecuentemente se le confunde. Antiguamente se conservaba en la catedral de Canterbury una reliquia del santo.
Debe notarse que esta celebración fue trasladada del 11 de enero a esta fecha, en la que el Martirologio anterior celebraba a otro san Salvio, ermitaño del bosque de Bray de Normandía, que resultó no ser una noticia fiable, por lo que se quitó del santoral actual. A San Salvio de Amiens se le atribuye el haber descubierto, de manera milagrosa (cosa que por otra parte es una constante en al vida de este santo) los auténticos restos de san Fermín. La leyenda, rica en maravillas, parece provenir del siglo XII.
Ver Acta Sanctorum,, 11 de enero; Duchesne, Fastes Episcopaux; Corblet, Hagiographie d'Amiens, vol. III, pp. 463 ss. Artículo del Butler modificado.