Nacido en el seno de una familia acomodada el 15 de noviembre de 1745, el Hno. Salomón, llamado en el siglo Guillermo-Nicolás-Luis Leclerq, entró en el noviciado el 25 de marzo de 1767. Fue maestro, director, ecónomo y finalmente, al estallar la Revolución Francesa, secretario del Hermano Agathon, Superior General de aquella época.
“No soy digno de sufrir por Él, porque aún no he sufrido pena ninguna, mientras hay tantos confesores de Jesucristo que sufren”, en estas palabras tomadas de una carta escrita por el Hno. Salomón a una de sus hermanas el día de su captura, el 15 de agosto de 1792 comprendemos el pensamiento de un hombre, mártir, beato y santo que debemos imaginar dentro de un contexto histórico muy alejado del nuestro como fue el de la Revolución Francesa.
El 14 de julio de 1789, con la toma de la Bastilla, el furor de los revolucionarios se abate también sobre los religiosos y sacerdotes, obligados a prestar juramento a la Constitución Civil del Clero promulgada el 12 de julio de 1790. Quien se niega es encarcelado y asesinado. Muchos sacerdotes y religiosos por miedo a ser arrestados y asesinados escapan. Salomón permanece fiel a su mandato y a su vocación. Habiendo quedado solo en la casa de Rue Neuve, será detenido y conducido a la prisión del Carmelo. El 18 de agosto de 1792 el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas fue oficialmente suprimido en Francia. El 2 de septiembre de ese mismo año, junto con otros presos, en su mayoría sacerdotes diocesanos y religiosos, es asesinado a golpes de espada. Beatificado el 17 de octubre de 1926 por Pío XI junto a otras 191 víctimas de las masacres de septiembre de 1972, fue el primer mártir de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
“Si la Revolución continúa esperamos que nos pedirán el juramento que nosotros no podemos prestar; nos querrán obligar a enseñar una constitución que, en conciencia, nunca podremos enseñar” (Hno. Salomón, 1791).