La tradición ha asociado el nombre de Juan, el sacerdote que rescató el cuerpo de santa Bibiana (ver hoy mismo) con el de san Pimenio, quien fue tutor de Juliano el Apóstata antes de que éste abandonase la Iglesia. Cuando Juliano empezó a perseguir a los cristianos, Pimenio huyó a Persia. Más tarde, volvió a Roma y encontró en la calle al emperador. Este exclamó al verle: «¡Gloria sea dada a mis dioses y diosas por veros de nuevo!» El santo replicó: «¡Gloria sea dada a mi Señor Jesucristo, el nazareno que fue crucificado, porque no os he visto en mucho tiempo!» Juliano mandó que le arrojasen al punto al Tíber. Como lo ha demostrado Delehaye, esta leyenda procede de fábulas hagiográficas ligeramente más antiguas, en particular, que las relacionadas con la vida de los santos Juan y Pablo. Por otra parte, no es imposible que el nombre de Pimenio se derive de la palabra griega «poimén», que significa pastor; en ese caso, se trataría de la leyenda de «san Pastor». Lo cierto es que con él ha quedado representado un mártir romano realmente venerado desde antiguo, de los siglos III o IV, cuya tumba se halla en el cementerio de Ponciano.
El P. Delehaye ha estudiado muy a fondo la leyenda de santa Bibiana, en Etude sur le légendicr romain (1936.), pp. 124-143; en un apéndice publica el autor dos textos de particular importancia (pp. 259-268) titulados Passio Sancti Pygmenii y Vita Sancti Pastoris. En realidad, el personaje principal de esta leyenda es Pimenio o Pigmenio, no Bibiana.