La leyenda, que data de muy antiguo, cuenta que el papa Sixto II consagró al primer obispo de Auxerre, san Peregrino, y le envió a la ciudad a instancias de los cristianos. San Peregrino desembarcó en Marsella, donde predicó el Evangelio, y lo mismo hizo en Lyon. Durante su episcopado, se convirtieron al cristianismo casi todos los habitantes de Auxerre. El santo construyó una iglesia en las riberas del Ionne y evangelizó las regiones circundantes. En las montañas de Puisaye, a unas diez leguas al sudeste de Auxerre, se levantaba la ciudad de Intaranum (actualmente Entrains), en la convergencia de varios caminos. El prefecto romano tenía allí su palacio, y la ciudad se había convertido en un centro de adoración de las divinidades paganas. Durante las fiestas de la dedicación de un nuevo templo a Júpiter, san Peregrino se presentó en Intaranum y exhortó a la turba a renunciar a la idolatría. Inmediatamente fue arrestado y llevado ante el gobernador, quien le condenó a muerte. El santo obispo fue degollado, después de sufrir crueles torturas. No se puede dudar de la historicidad del martirio de san Peregrino, pues el Martyrologium Hieronymianum lo conmemora en este día y afirma que tuvo lugar en «vicus Baiacus» (Bouhy), donde fue sepultado el santo.
El relato se basa en dos textos, uno de los cuales se halla en Acta Sanctorum, mayo, vol. III y el otro, en Migne, PL., vol. 138, ce. 219-221. Ver también Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. II, p. 431.