Nicodemo nació en Cirò (Catanzaro), hijo de Teófanes y Pandia, en los primeros años del siglo X. Lo confiaron al cuidado espiritual de un piadoso y docto sacerdote, Galatón, y el discípulo progresó al mismo tiempo en las ciencias sacras y en la piedad. De joven pudo ver el comportamiento licencioso de algunos de sus contemporáneos, que lo disgustó de tal modo que sintió la atracción por la vida monástica, que en el siglo X venía profesada por aquellos ascetas de espiritualidad oriental, con fama de santidad, en la zona del Mercurio, en las laderas del Pollino, en Calabria.
Dejando Cirò, fue a pedir el hábito monástico al austero abad san Fantino, pero el pedido le fue rechazado varias veces, porque no parecía posible que se adaptara a la vida de estudio, penitencia y mortificación, a la vista de su débil constitución física. Desilusionado pero no convencido, insistió apoyado en los buenos augurios de otros monjes, hasta que san Fantino, movido por esa insistencia, le concedió el hábito angélico, llamado así entre los monjes griegos de aquella época.
Nicodemo llegó a ser, junto a san Nilo de Rossano, ejemplo resplandeciente de vida ascética en el Mercurio, crecidos y formados los dos en la rígida escuela del Abad san Fantino; y conjuntamente con los otros santos monjes cálabro-sicilianos hicieron famosa en toda la cristiandad su comunidad, al punto que Orestes, patriarca de Jerusalén, la describe elogiándola en sus autorizados escritos y biografías. El tipo de vida practicado es impensable en nuestros días, pero constituía el gozne de la ascesis, junto a la pureza, de los monjes cálabro-sicilianos de aquella época; vestía con una piel de cabra, andaba a pie desnudo en toda estación, dormía con su jergón de paja en una gruta, comía castañas y altramuces.
En edad bastante madura, decidió dejar el Mercurio y se retiró a un eremo del Monte Cellerano en la Lócride (Calabria), pero la fama de santidad que lo seguía, atrajo muchos monjes que se le aficionarion, y Nicodemo se vio obligado a fundar una laura, es decir, una colonia de anacoretas, que vivían separados, cada uno en su choza, pero se reunían una vez a la semana. Con el tiempo se volverá un gran convento. Su Laura fue visitada por san Fantino y otros monjes del Mercurio; sin embargo estaba muy expuesta también a la curiosidad de los fieles y sobre todo a las correrías de los sarracenos, por lo que, previendo la destrucción, dispersó a sus monjes en otros monasterios, y él se retiró a un cenobio en Gerace (también en Calabria), donde acentuó la austeridad de su vida.
A pesar de los 70 años pasados en la aspereza de la vida ascética, Nicodemo vivió cerca de 90 años, muchísimos para la época y su débil constitución física. Murió en el monasterio de Mammola, que tomó después su nombre, el 25 de marzo del 990. Los milagros florecieron sobre su tumba y fue proclamado santo por aclamación, teniendo en cuenta que no había en la época los procedimientos canónicos actuales. En 1080 los normandos transformaron el pequeño oratorio con su tumba en una gran iglesia, restaurando también el monasterio, y concediéndole privilegios y bienes. Las reliquias fueron trasladadas a la iglesia de Mammola en 1580, que lo proclamó su patrono en 1630, fijando la fiesta litúrgica el 12 de marzo. En siglos sucesivos los pontífices concedieron indulgencias en ocasión de su fiesta y otras celebraciones. En 1884 el Ayuntamiento de Mammola hizo decorar artísticamente la capilla, y el 12 de mayo de 1922 se realizó un reconocimiento de las reliquias, en coincidencia con la inauguración de la reconstruida iglesia.
Traducido para ETF, con escasos cambios, de un artículo de Antonio Borrelli.