San Máximo nació en la Provenza, cerca de Digne. Sus padres, que eran cristianos, lo educaron en el amor de la virtud, de suerte que a nadie sorprendió que el joven abrazase la vida religiosa en el monasterio de Lérins. Tomó el hábito de manos de san Honorato, el fundador. Cuando éste fue elegido obispo de Arles el año 426, Máximo le sucedió como segundo abad de Lérins. San Sidonio dice que el santo dio nuevo lustre al monasterio con su ejemplo. El don de milagros de san Máximo, así como su fama de santidad, atraían nutridas muchedumbres al monasterio. En una época, el santo tuvo que huir y se ocultó en el bosque, a pesar de que era el período de lluvias, para evitar que el clero y el pueblo de Fréjus le eligiesen obispo. Sin embargo, poco después, quedó vacante la sede de Riez, en la Provenza, y san Máximo tuvo que aceptar el nombramiento, no sin antes hacer el vano intento de escapar en una barca. Los padres del santo eran originarios de Fréjus, de suerte que los habitantes le consideraban como un paisano y le acogieron con gran júbilo. San Máximo siguió observando la regla monástica, en cuanto se lo permitían sus deberes episcopales. Su amor a la pobreza, su espíritu de penitencia y de oración, su despego del mundo y su humildad, en todo lo cual se había distinguido en el claustro, se mantuvieron al nivel de siempre en su nueva misión.
Entre las obras de Eusebio de Emesa hay un panegírico de san Máximo, que fue probablemente escrito por Fausto, su sucesor en la sede de Fréjus. Además, se conserva la biografía escrita por un patricio de la época, llamado Dinamio; puede verse en Migne, PL., vol. LXXX, cc. 31-40. Véase también a Duchesne en Fastes Episcopaux, vol. I, pp. 283-284.