Tal como ocurría el día de ayer con san Crispino de Pavia, la sede de Pavia vuelve a ser, con san Máximo, motivo de confusión. Baronio insertó a san Máximo de Pavia en el Martirologio Romano, pero se hizo tal confusión de fuentes, que en la hagiografía terminó duplicado durante siglos, de tal modo que se celebraba uno correspondiente al siglo III y otro al VI, siendo en realidad, el mismo. En el Martirologio actual se ha corregido, dejando la inscripción del san Máximo de Pavia del siglo VI (el que es llamado san Máximo II), que es del que hay certeza histórica, gracias a un largo elogio pronunciado por su sucesor, el gran escritor san Enodio de Pavia, y que ha llegado íntegro a nosotros.
En dicho elogio (que Acta Sanctorum transcribe íntegro), se nos dice por lo pronto que el valor de su persona está significado ya en su nombre. Hace alusión a su origen noble, y cuenta que, antes de ser llamado por Dios al episcopado, se desempeño en la magistratura civil, de donde Enodio concluye que, como el servidor que fue fiel en lo poco, se le confió finalmente un encargo de mayor valor, que es precisamente el de apacentar el rebaño de Pavia. En esta tarea hizo gala, siempre según el elogio, de toda clase de virtudes, entre ellas la de pacificador, así como de padre misericordioso que penetraba en la conciencia de los pecadores moviéndolos al arrepentimiento y la conversión. Fue sepultado en la iglesia de San Giovanni in Borgo, fundada por el santo.
Ver Acta Sanctorum, enero, I, pág 471, la columna referida a Maximo II.