El 23 de abril la iglesia de Milán recuerda a san Marolo, decimocuarto obispo de Milán, que ejerció su ministerio probablemente entre el 408 y el 423, y al que el breviario ambrosiano define como «inclytus virtute», célebre por la virtud. Posiblemente provenía del Oriente. El propio nombre Marolo significa «que viene del mar», o «habitante de la costa». Ennodio, fino poeta latino, diácono milanés que llegó a ser obispo de Padua y murió en el 521, escribe que Marolo nació en la región de Babilonia, en las tierras que de una parte estaban «besadas por el Tigris», y por la otra «iluminadas» entre las primeras del Evangelio, y las primeras señaladas por la sangre de los mártires.
Tal vez por huir de la persecución de Sápor II, pasó a Antioquía de Siria, y de allí probablemente a Roma, ya que fue amigo del papa Inocencio I (401-417). De allí se trasladó a Milán, rodeado de la fama de hombre culto y celoso. Ennodio dice que fue un obispo «atentísimo» a su misión, «empeñado», sin ahorrarse energía en su ministerio, «amante del ayuno» y de las penitencias, entendidas como instrumentos de intercesión ante Dios en favor de su pueblo; «ardiente de celo con su misión, providente con los pobres», o quizás podría traducirse «ardiente en su providencia con los pobres». En efecto, fue amado por sus obras de caridad, en favor de las víctimas de las invasiones de los visigodos. Reposa en la basílica de San Nazaro, consolado por las palabras de Ambrosio: «Ay de mí si no amare. Ay de mí si amare menos, yo, a quien tanto se ha dado».
Traducido para ETF de un artículo de Ennio Apeciti. Ver Acta Sanctorum, abril, III, pág. 173, donde se reproduce el breve poema de Ennodio que el artículo comenta.