San Julio, soldado veterano, fue acusado de cristiano por sus oficiales ante Máximo, el gobernador de la baja Mesia. Máximo residía en Durostorum (actualmente Silistria, en Bulgaria). Poco antes habían sido martirizados Pisícrates y Valencio, que pertenecían a la legión de Julio. A pesar de las promesas y amenazas del juez, éste declaró que no deseaba otra cosa que morir por Cristo para vivir eternamente con Él. Entonces, el juez le condenó a ser decapitado. Cuando se dirigía al sitio de la ejecución, Hesiquio, otro soldado cristiano que sufrió el martirio pocos días más tarde, le dijo: «Ten valor, y acuérdate de mí, que voy a seguirte pronto. Encomiéndame a los siervos de Dios, Pisícrates y Valencio, que nos precedieron en la confesión del nombre de Jesús». Julio abrazó a Hesiquio y respondió: «Hermano querido, apresúrate a reunirte con nosotros, pues aquellos a quienes acabas de invocar han oído ya tu oración».
Julio se vendó los ojos con un pañuelo y dijo, al presentar el cuello al verdugo: «Señor Jesús, por cuyo nombre voy a morir, dígnate recibir mi alma entre tus santos». El martirio tuvo lugar el 27 de mayo, en Durostorum, hacia el año 302.
Como lo hace notar Delehaye (Analecta Bollandiana, vol. XXXI, 1912, pp. 268-269), jamás se ha discutido el valor histórico de estas actas. La parte que se refiere a Pisícrates y su compañero sólo ha llegado hasta nosotros a través de un resumen de los sinaxarios griegos; en cambio, se conserva el original de la sección del martirio de san Julio. Puede verse en Ruinart, Acta Sincera, y en Acta Sanctorum, mayo, vol. VI.