A este santo se le puso el sobrenombre «de la cratícula» por la verja de hierro que rodeaba su tumba. Era bretón, hijo de padres pobres, no obstante lo cual recibió una excelente educación que supo aprovechar, aventajando mucho en las artes y las ciencias. Sintiéndose atraído por la orden del Císter, que en aquella época concentraba la atención mundial, partió en busca de san Bernardo quien, después de probarlo, lo recibió en su comunidad. Cuando el conde Esteban de Pethiévre y su esposa manifestaron su deseo de fundar un monasterio en sus dominios, San Bernardo les envió a Juan, quien estableció una casa religiosa en Bégard, en la diócesis de Tréguier. Posteriormente fundó otra en Buzay y ahí llegó a ser abad; pero al poco tiempo fue elegido obispo de Alethy, y con pena por los religiosos, tuvo que abandonar el monasterio. Como viera que la isla de Aaron había prosperado y se estaba formando una población muy importante, Juan trasladó la sede de su diócesis a ese lugar, llamándola desde entonces Diócesis de Saint-Malo.
San Juan tuvo muchas dificultades en la organización de su catedral. Anteriormente, aquella iglesia había estado gobernada por monjes de Marmoutier en Tours, pero el obispo instaló en su lugar a canónigos regulares de San Agustín, por lo que los primeros, resentidos, enredaron a san Juan en fastidiosos litigios. Cuando los obispos franceses dieron su fallo contra él, el obispo Juan, por consejo de san Bernardo, fue personalmente a Roma y expuso el asunto al papa, que decidió a su favor. Sus adversarios, no obstante, encontraron un pretexto para reanudar el litigio y Juan tuvo que volver a Roma. Para que el asunto quedara finalmente arreglado y sus contrarios le dejaran en paz, pasaron dieciocho años. Todavía existe una de las cartas de su correspondencia con san Bernardo sobre este asunto. Los biógrafos de san Juan ensalzan su paciencia en estos prolongados litigios y el notable espíritu de caridad e indulgencia que caracterizó su trato con el prójimo.
San Juan fue comisionado para reformar el monasterio de Saint-Méen, de Gaël, y además de las otras casas religiosas que fundó, estableció las abadías de la Sainte Croix de Guingamp y la de Saint-Jacques de Montfort. Llevó una vida de mucha austeridad y murió más o menos en el 1170.
Véase A. Le Grand, Fie des saints de la Bretagne Armorique; Lobineau, Saints de Bretagne, vol. n, pp. 393-410; Acta Sanctorum, (febrero), vol. I.