Uno de los más influyentes y elocuentes jefes religiosos de la España del siglo XVI, fue san Juan de Ávila. Fue amigo de san Ignacio de Loyola y consejero espiritual de santa Teresa, san Juan de Dios, san Francisco de Borja, san Pedro de Alcántara y fray Luis de Granada. Este último escribió su biografía. Juan nació en Almodóvar del Campo, en la actual Castilla-La Mancha. Sus padres, que eran muy ricos, y le enviaron, a los catorce años, a estudiar leyes en la Universidad de Salamanca. Pero Juan, que no tenía gusto por esa carrera, volvió pronto a su casa, donde se entregó, durante tres años, a la práctica de la devoción y la austeridad. Un franciscano a quien había impresionado profundamente la piedad del joven, le aconsejó que fuese a Alcalá a estudiar filosofía y teología. En aquella universidad, el santo tuvo por maestro al célebre Domingo de Soto y conoció a Pedro Guerrero, quien fue más tarde arzobispo de Granada y con quien le unió una amistad que duró toda la vida. Los padres de Juan murieron cuando él se hallaba en Alcalá y le dejaron una rica herencia, pero el santo distribuyó todos sus bienes entre los pobres, inmediatamente después de su ordenación sacerdotal. Pronto dio muestras de poseer una elocuencia extraordinaria, de suerte que, cuando pidió permiso de partir de misionero a México, el arzobispo de Sevilla le rogó que permaneciese en España para evangelizar a sus compatriotas. Juan trabajó incansablemente en las misiones de Andalucía, durante nueve años. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, letrados e iletrados, santos y pecadores, todos acudían a oírle. El santo convirtió a mejor vida a innumerables pecadores y, con su dirección, ayudó a alcanzar la perfección a muchos otros. Predicaba como si estuviese directamente inspirado por Dios, ya que la única preparación de sus sermones consistía en las cuatro horas que consagraba diariamente a la meditación. A un sacerdote que le preguntaba lo que debía hacer para llegar a ser un buen predicador, Juan de Ávila respondió que el único medio era amar a Dios con toda el alma.
Los enemigos del santo, que le odiaban por la libertad evangélica con que denunciaba sus vicios, le acusaron ante la Inquisición de Sevilla de predicar el rigorismo y la exclusión de los ricos del Reino de los Cielos. Juan de Ávila fue arrestado, pero sus enemigos no pudieron probar sus acusaciones. Cuando el santo salió de la prisión, el pueblo le ovacionó como a un héroe. Una vez terminado su trabajo en Andalucía, Juan de Ávila se dedicó a misionar en todas las regiones de España, particularmente en las ciudades. Al mismo tiempo, mantenía una voluminosa correspondencia con sus hijos espirituales y con cuantos le pedían consejo. Durante sus diecisiete últimos años de vida, su mala salud le hizo sufrir mucho, pero soportó la prueba sin una queja. Los más famosos de sus escritos son sus cartas y el tratado "Audi Filia"; el santo escribió ese tratado para Doña Sancha Carrillo, rica y hermosa joven que, bajo su dirección, había renunciado a un brillante porvenir en el mundo y vivía en la soledad de la casa paterna, consagrada a la oración.
Juan de Ávila fue beatificado en 1894. La Compañía de Jesús celebra su fiesta como si se tratase de uno de sus miembros. En realidad, como lo probó Don Vicente García, Juan de Ávila había decidido, a los cincuenta y nueve años, ingresar en ese instituto, pero tuvo que renunciar a ello, debido al rigorismo y la actitud extravagante del P. Bustamante, que era entonces provincial de Andalucía. Ello no modificó en lo más mínimo la veneración que el santo había profesado siempre a la orden y a su fundador. Un jesuita asistió a Juan de Ávila en su lecho de muerte, y su cuerpo fue sepultado en la iglesia de la Compañía de Jesús, en Montilla.
Fue canonizado el 31 de mayo de 1970 por SS Pablo VI. En plena efervescencia postconciliar, y con una fuerte «crisis de identidad» del sacerdocio católico, el Santo Padre dedica su homilía de canonización a mostrar a la vez el contraste y las similitudes entre la época de Juan de Ávila y la nuestra. Vale la pena leer entera la predicación, que el sitio del Vaticano tiene almacenada también en español. De ella extraemos algún párrafo:
«Juan es un hombre pobre y modesto, por elección propia. Ni siquiera se sostiene por la inserción en los cuadros operativos del ordenamiento canónico; no es párroco, no es religioso; es un sencillo sacerdote, de poca salud y de fortuna muy reducida tras las primeras experiencias de su ministerio: sufre pronto la prueba más amarga que puede ser infligida a un apóstol fiel y fervoroso; la de un proceso, con la consiguiente detención, bajo sospecha de herejía, como entonces era corriente. Él no tuvo siquiera la fortuna de poderse sostener abrazando un ideal grande y fascinante; quería partir como misionero hacia las tierras americanas, hacia las «Indias» occidentales, entonces recientemente descubiertas; pero no obtuvo el correspondiente permiso. Sin embargo, Juan no duda. Tiene la conciencia de su vocación. Tiene fe en su elección sacerdotal.[...]»
La mejor fuente sobre el santo es el summarium de virtutibus del proceso de beatificación. A ese documento hay que añadir los escritos del propio Juan de Ávila y la biografía escrita por su amigo Fray Luis de León. Cf. "Obras del B. Maestro Juan de Ávila" (2199 páginas), Madrid, 1927. Las cartas del santo, que son una de las glorias de la literatura española, fueron publicadas en la colección Clásicos Castellanos, 1912. El prefacio de Don V. García constituye una valiosa contribución a la biografía de Juan de Ávila, sobre todo desde el punto de vista cronológico. La biografía escrita por el P. degli Oddi está traducida al inglés (1898). En 1927, el P. J. M. de Buck publicó otra biografía en Lovaina. Las monjas benedictinas de Stanbrook publicaron, en 1904, una reducida colección de cartas del santo, con un prefacio del cardenal Gasquet. Es imposible juzgar de la elocuencia de Juan de Ávila basándose sobre los sermones que se conservan, pues se trata de versiones muy imperfectas, tomadas directamente por sus oyentes.
Fue elevado a Doctor de la Iglesia por SS Benedicto XVI el 7 de octubre de 2012.
Nota de ETF: la noticia del Butler, de la década del 50, se refería a san Juan de Ávila como beato; además de cambiar e título, he agregado el párrafo referente a su canonización. A la bibliografía del Butler agregaría: el «Audi, Filia», que se consigue por internet (aunque no está completo), y en esta dirección puede encontrarse una selección de su epistolario espiritual (23 cartas). La «Vida del padre maestro Juan de Ávila», por Fray Luis de Granada puede leerse completa aquí.