San Furseo nació con toda probabilidad en la costa occidental de Irlanda, cerca de Lough Corrib, Condado de Galway, o tal vez en la isla de Inchiquin. En comparación con los primeros santos irlandeses, de los cuales nos ha llegado bien poco, poseemos varios elementos de la vida de Furseo -cuyo nombre aparece escrito de diversas formas- al cual se le da un papel destacado en la célebre Historia Eclesiástica de san Beda el Venerable, escrita dentro del siglo siguiente a la muerte de Furseo, basándose en gran medida en testigos oculares. No hay, sin embargo, gran información sobre sus primeros años; el historiador sigue el clásico esquema de la peregrinación, a la que se habría entregado abandonando una vida cómoda. El viaje emprendido, que lo llevó en un primer momento a dejar su patria para buscar una mejor formación, lo recondujo a ella de nuevo, donde fundó un monasterio en Rathmat, nombre ficticio posiblemente inventado por una leyenda posterior.
Transcurrido un período como predicador itinerante, con sus cohermanos san Foilán y Ultano, se trasladó a Inglaterra, más precisamente a la Anglia oriental. San Beda cuenta en su crónica: «Vive aun un hermano muy anciano en nuestro monasterio, el cual solía contar que un hombre piadoso y veraz le había dicho haber visto a Furseo en persona en la tierra de los anglos orientales, y haber oído de su propia boca unas visiones. Las visiones trataban sobre la lucha entre el bien y el mal e incluían uno de los primeros testimonios recogidos sobre la vida del más allá; en ellas Furseo vio el paraíso y el infierno, ángeles y demonios, y cuatro grandes hogueras prontas a quemar a quienes estaban manchados de diversos tipos de pecados, todas reunidas para pesar a cada hombre según los méritos de sus obras.»
El rey de los anglios del Este, Sigeberto II (venerado tradicionalmente como mártir, aunque no inscrito en el Martirologio Romano), lo recibió cortésmente, y confió a él y a sus compañeros la antigua fortaleza de Cnobheresburg para que la transformasen en monasterio. El santo soberano murió en batalla el 27 de septiembre del 637, y en los años sucesivos Furseo se trasladó a la Galia, donde fue recibido con todos los honores por Clodoveo II. Fundó un monasterio en Lagny-sur-Marne, en un territorio donado por el gobernador de Neustria, Ercinoaldo. El santo abad murió entre el 648 y el 650 cerca de Mezerolles, en la región de Somme, durante un viaje.
En seguida sus reliquias fueron trasladadas a la Picardía, al monasterio irlandés de Péronne, para ser luego puestas, en el 354, en un relicario en forma de caja, considerada obra del orfebre san Eligio. En el 1056 sus pobres restos fueron nuevamente expuestos, y gran parte se preservaron hasta la Revolución Francesa. El relicario conteniendo la cabeza del santo sobrevivió incluso a lso bombardeos de la guerra Franco-prusiana de 1870.
Traducido para ETF, con escasos cambios, de un artículo de Fabio Arduino. Ver Acta Sanctorum, enero, II, pág. 35-55.