Después de san Ireneo, la figura más brillante de la diócesis de Lyon es la de Euquerio. Era un galo-romano de buena posición. Contrajo matrimonio con una mujer llamada Gala, quien le dio dos hijos: Salonio y Verano. Ambos estudiaron en el monasterio de Lérins, ambos fueron obispos y alcanzaron el honor de los altares. Al cabo de algunos años, san Euquerio se retiró también a Lérins. San Juan Casiano, refiriéndose a Euquerio y a Honorato, abad de Lérins, los llamó «los dos modelos de ese almácigo de santos». Movido del deseo de mayor soledad, San Euquerio fue a establecerse en la isla de Santa Margarita. Allí escribió su obra sobre la excelencia de la vida solitaria, que dedicó a san Hilario de Arles. A su primo Valeriano dedicó una exhortación incomparable. Es imposible leerla sin experimentar un profundo desprecio por el mundo y un gran deseo de hacer que el servicio de Dios se convierta en lo único importante. El santo pinta de tal modo la ilusión del mundo y la transitoriedad de todos sus placeres, que el lector se siente como deslumbrado por una estrella fugaz que sólo brilla unos instantes. San Euquerio escribe: «He conocido a algunos hombres que alcanzaron el ápice del honor y las riquezas. La fortuna les sonreía y ponía a sus pies todos los bienes, sin que tuviesen que molestarse en pedirlos o buscarlos. El éxito superaba sus propios deseos. Pero desaparecieron en un instante. Sus vastas posesiones pasaron a otras manos y ellos no existían ya».
Casiano dice que Euquerio era como una brillante estrella de virtudes sobre el cielo del mundo. En efecto, con su ejemplo edificó a todos los monjes con quienes vivió. Probablemente el año 434, tuvo que abandonar su retiro para asumir el gobierno de la diócesis de Lyon. Fue un pastor fiel, humilde, rico en buenas obras, de poderosa elocuencia y gran saber. A él se atribuye la fundación de varias iglesias y monasterios de Lyon. El año 449, terminó su santa vida con una santa muerte. San Paulino de Nola, san Honorato, san Hilario de Arles, san Sidonio Apolinar y otros grandes hombres de su época, fueron amigos suyos y alabaron su virtud. San Euquerio fue un escritor muy fecundo. Salviano le escribía: «He leído las cartas que me escribisteis. Son concisas, pero llenas de doctrina; se leen con facilidad y se aprende mucho en ellas. En una palabra, son dignas de vuestra inteligencia y piedad». No todas las obras que se han atribuido a san Euquerio fueron escritas por él y hay también algunas atribuciones dudosas. Una de sus cartas constituye un documento muy imporante para la historia de la leyenda de san Mauricio y la Legión Tebana.
No existe ninguna biografía propiamente dicha. Genadio habla brevemente de san Euquerio en De viris illustribus. Tillemont estudia con cierto detalle la vida del santo, en Mémoires, vol. xv, pp. 126-136 y 848-857, y descarta con argumentos convincentes la hipótesis de que hubo en Lyon otro obispo llamado Euquerio. Las obras del santo pueden verse en Migne, PL., vol. L; algunas fueron reeditadas en el Corpus script. eccles. lat. de Viena. Acerca de las actividades literarias de san Euquerio, cf. Dictionnaire de Théologie Catholique, vol. V, cc. 1452-1454. En la Patrología de Di Berardino, BAC, tomo III, 1981, página 605-609 se hallará otra pequeña introducción a su vida, bibliografía reciente, y una reseña obra por obra de lo que ha llegado a nosotros.