El 29 de abril DE 304, durante la persecución de Diocleciano, un hombre llamado Euplo o Eruplo gritó frente a la corte del gobernador de Catania, en Sicilia: «Soy cristiano y estoy pronto a morir por mi fe». El gobernador, Calvisiano, mandó que trajesen inmediatamente a su presencia al autor de ese reto. Euplo se presentó ante el gobernador con un libro de los Evangelios, por lo cual uno de los circunstantes le dijo: «Los emperadores han prohibido esos libros».
Calvisiano: ¿De dónde sacaste esos libros? ¿De tu casa?
Euplo: No tengo casa, como el Señor lo sabe bien.
Calvisiano: ¿Son tuyos esos libros?
Euplo: Ya lo veis.
Calvisiano: Sí, ya veo que están en tu poder. ¿De qué clase de libros se trata? Léeme algo de ellos.
Euplo: Los conozco casi de memoria. Son los Evangelios según San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan.
Calvisiano: ¿Y qué significa eso?
Euplo: Es la ley del Señor, que yo he recibido de El.
Calvisiano: Alguien tuvo que enseñártela.
Euplo: Acabo de decirte que la recibí de Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios.
Calvisiano: ¡Basta! ¡Conducidle a la prisión!
Más de tres meses después, el 12 de agosto, Euplio compareció de nuevo ante el gobernador.
Calvisiano: ¿Qué me cuentas de nuevo?
Euplo: Te repito lo que te dije la primera vez que te vi.
Calvisiano: ¿Conservas aún esos malvados libros?
Euplo: Sí.
Calvisiano: ¿Dónde están?
Euplo: En mi interior.
Calvisiano: Si todavía los tienes, muéstralos.
Euplo repitió: «Los tengo en mi interior» y, con un gesto indicó al gobernador que los sabía de memoria. Entonces Calvisiano le condenó a ser torturado hasta que confesase a los dioses. Como todo resultase en vano, el gobernador le exhortó nuevamente: «Los enemigos de nuestras ilustres divinidades y cuantos se atreven a desafiar a los emperadores y persisten en sus crímenes, morirán cruelmente. Euplo ha dicho necedades ante esta corte, y yo le conjuro a retractarse si no quiere morir». Pero las palabras de Calvisiano no produjeron efecto alguno sobre Euplo, quien fue condenado y murió decapitado.
Las actas de Euplo producen una impresión favorable. Existen tanto en griego como en latín. El texto latino puede verse en Acta Sanctorum, agosto, vol. II, y en Ruinart. El texto griego se hallará en Cotelerius, Ecclesiae Graecae Monumenta, vol. I, pp. 192-200. Pero la mejor edición de ambos, junto con la de otros textos nuevos, es la de Pió Franchi de Cavalieri, Studi e Testi, vol. XLIX (1928); el mismo autor discute a fondo la cuestión en Note agiografiche, serie sexta. El Hieronymianum conmemora a san Euplo; cf. Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, p. 436. La iconografía lo suele representar con la dalmática de diácono, seguramente por la asociación entre la predicación del Evangelio y el ministerio diaconal.