San Eduardo era el hijo del Rey Edgar, soberano de todos los ingleses, de su primer esposa, Ethelfleda, que no vivió mucho después del nacimiento de su hijo. Fue bautizado por san Dunstano, el arzobispo de Canterbury. Después de la muerte de Edgar, un partido trató de apartar a Eduardo en favor de Ethelredo, un niño de apenas diez años de edad, que era hijo de Edgar por su segunda esposa, la reina Elfrida. Eduardo mismo no era sino un joven cuando accedió al trono y su reinado duró unos escasos tres años. La guía de san Dunstano fue incapaz de contener a los súbditos descontentos, de lo que el temple violento del joven rey fue tal vez en parte responsable. Los cronistas, quienes están de acuerdo en que fue asesinado, no están de acuerdo en cuanto al autor material del hecho, pero William de Malmesbury pretende describir el crimen en detalle.
Él nos dice que, desde el momento del acceso de Edward al trono, su hermanastro había buscado una oportunidad para matarlo. Un día, después de cazar en Dorsetshire, el rey, que estaba cansado y deseaba ver a su hermanastro pequeño, a quien era afecto, decidido a visitar el Castillo de Corfe, residencia de Elfrida, que estaba cerca. Informado de su llegada, la reina salió a su encuentro y se dio cuenta de que estaba solo, puesto que había dejado atrás a sus compañeros y asistentes. Ella fingió placer al verlo y pidió una taza para el rey, para calmar su sed.
En cuanto la tomó, Elfrida hizo una seña a uno de sus sirvientes, quien atravesó al joven rey con una daga. Aunque el rey inmediatamente clavó las espuelas a su caballo y trató de recuperar su escolta, se deslizó de la silla, su pie quedó atrapado en el estribo, y fue arrastrado hasta su muerte. «Este año -dice la Crónica Anglosajona bajo 979- fue asesinado el rey Eduardo al atardecer en Corfe-gate, y fue enterrado en Wareham sin ningún tipo de honores regios».
Guillermo de Malmesbury dice que Elfrida quiso arrojar su cuerpo a un pantano, para deshacerse de él, pero un haz de luz lo descubrió, fue rescatado y enterrado en la iglesia de Wareham. Sus reliquias fueron retiradas después a Shaftesbury. Elfrida fue finalmente presa del remordimiento por su crimen y, retirándose del mundo, construyó los monasterios de Amesbury y Wherwell, en el último de los cuales murió.
El primer relato del asesinato lo atribuye a los partidarios de Erhelred, no hay buena evidencia de la presunta participación de la reina Elfrida en el mismo, que no se menciona hasta más de cien años después del hecho. Eduardo fue considerado mártir, pero sólo podría serlo en el sentido amplio del que sufre una muerte injusta; en la actualidad no está inscripto como tal. Su culto fue considerable, alentado por los milagros reportados desde su tumba en Shaftesbury, y su fiesta se siguen observando en la diócesis de Plymouth.
Nuestras principales autoridades son William de Malmesbury, Florence de Worcester, la Crónica Anglosajona, Osbern el hagiógrafo y, antes que nada, el autor de la Vida de San Osvaldo, en las Historias de la Iglesia de York (Rolls Series), vol. I, pp. 448-452. Ver también F.M. Stenton, Anglo-Saxon England (1943), pp. 366-369; y particularmente R. M. Wilson, Lost Literature of Medieval England (1952), pp. 111-112. Artículo tradcido para ETF del Butler ingles.