Canuto de Dinamarca era hijo natural de Svend II Estrithson, cuyo tío, llamado también Canuto, había sido rey de Inglaterra (Canuto el Grande, de Inglaterra, Noruega y Dinamarca). San Canuto trató de hacer valer sus títulos a la corona inglesa, pero fracasó totalmente en Northumbría, en 1075. Seis años después, sucedió a su hermano Harold III Han en el trono de Dinamarca. Los daneses se habían convertido al cristianismo poco tiempo antes, pero, como se ha dicho de Canuto de Inglaterra, «su entusiasmo religioso tenía algo de la ingenuidad de un bárbaro». Esto es lo menos que se puede decir. Canuto se casó con Adela, hermana de Roberto, conde de Flandes, y de este matrimonio nació el beato Carlos el Bueno.
Canuto favoreció con sus leyes la administración de la justicia y la paz del reino, otorgó privilegios e inmunidades al clero, e impuso tributos para el sostenimiento de éste. Desgraciadamente, esto hizo que algunos clérigos se convirtiesen en señores feudales que se ocupaban más de sus bienes temporales que de sus deberes espirituales. Canuto mostró una munificencia regia en la construcción y dotación de iglesias, y regaló su propia corona a la iglesia de Roskilde, que se convirtió en cementerio de los reyes daneses. En 1085 reclamó nuevamente el trono de Inglaterra, e hizo extensos preparativos para la invasión, de acuerdo con Roberto de Flandes y Olaf de Noruega; pero la oposición que encontró entre los nobles y el pueblo le obligó a desistir de la empresa.
Sus subditos se sentían cada vez más descontentos, a causa de los impuestos y tributos, del nuevo orden social, hasta que la rebelión estalló entre los subordinados de Olaf, el hermano de Canuto. Este huyó a la isla de Fünen y se refugió en la iglesia de San Albán, en Odense, la cual debía su nombre a una reliquia que Canuto había traído de Inglaterra. Pero los rebeldes le persiguieron y cercaron el templo. Creyéndose perdido, Canuto se confesó y recibió la comunión, mientras los rebeldes atacaban, destrozando a pedradas los emplomados. Al penetrar en el edificio, asesinaron al rey que se hallaba arrodillado junto al altar. Murió con su hermano Benito y otros diecisiete compañeros, el 10 de julio de 1086.
Aelnoth, el biógrafo de Canuto, un monje de Canterbury que había vivido veinticuatro años en Dinamarca, afirma que Dios dio testimonio de la santidad del monarca, obrando numerosas curaciones milagrosas junto a su tumba. Esto movió al pueblo a venerar sus reliquias. Uno de los sucesores de Canuto, Erico III, envió a Roma las pruebas de los milagros obrados por el santo monarca, y el Papa Pascual II autorizó el culto al santo, aunque es difícil comprender por qué se le venera como mártir. Aelnoth añade que los primeros evangelizadores de Dinamarca y el resto de Escandinavia eran ingleses, y que los suecos fueron los que opusieron mayor resistencia al cristianismo.
Ver Acta Sanctorum, julio, vol. III. Cfr. F.M. Stenton, Anglo-Saxon England (1943), pp. 603, 608-609.