La ciudad de Benevento le ha reservado siempre un culto especial a este santo obispo, cuyas reliquias fueron depositadas en 1687 bajo el altar mayor de la catedral, signo de la gran veneración, sea del pueblo, sea de la jerarquía eclesiástica. Nació en el pueblo de Vandano, perteneciente a la ciudad de Cerreto, en los primeros años del siglo VII, estudió en Benevento y -ya sacerdote- trabajó entre las almas de Morcone. Como ocurría a menudo en aquella época, Barbato fue calumniado y tuvo que retornar a Benevento, y -reconocida su inocencia- se dedicó a la lucha contra las supersticiones y la idolatría imperantes en aquellos tiempos.
Llegó a ser tan popular y admirado por su celo, que a la muerte del obispo Hildebrando, el clero y el pueblo lo eligieron obispo de la ciudad. En el siglo VII los longobardos gobernaban el Ducado de Benevento guiados por el Duque Romualdo; y, aun siendo cristianos, profesaban algunas formas de superstición, como el culto de los árboles y de las serpientes, creencias de las que el propio Romualdo era obstinado defensor.
Mientras tanto, la ciudad de Benevento fue puesta bajo asedio por el emperador Constanzo II, después de la caída de Siponto y la invasión de Puglia; el Duque encontró en Barbato una valiosa ayuda en la resistencia, estimulando los ánimos de los beneventinos, por lo que, cuando la victoria sonrió a los longobardos, estos erradicaron, comenzando por la casa de Romualdo, los cultos idolátricos.
Su sede episcopal fue ampliada también a vastos territorios de la Puglia, y Teudorata -mujer de Romualdo- llego a ser una valiosa y devota ayuda en la actividad pastoral del obispo. Barbato participó del Concilio de Roma del 680, y después de diecinueve años de episcopado, murió en Benevento el 19 de febrero del 682. Su culto se extendió rápidamente por Benevento y por Salerno. Su primer traslado de reliquias fue en el 1124.
Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.