Arsacio era un soldado a quien se había confiado el cargo de dirigir el zoológico imperial. En la época del emperador Licinio, se convirtió al cristianismo y sufrió por la fe, aunque no perdió la vida. Después se retiró a la soledad en una pequeña torre de Nicomedia. Entre otras maravillas, previó que se cernía sobre la ciudad una gran calamidad. Inmediatamente fue a entrevistarse con los sacerdotes y les dijo que hiciesen rogativas públicas para evitar la calamidad y que incitasen al pueblo a la penitencia. Pero los sacerdotes no le prestaron oídos, y Arsacio retornó a su torre a orar solo por la ciudad. Poco después, hubo un violento terremoto y la torre de Arsacio fue uno de los pocos edificios que quedaron en pie. Cuando el pueblo se refugió en ella, encontró a Arsacio todavía de rodillas, pero ya muerto.
El Martirologio Romano menciona a san Arsacio en este día, pero el terremoto de Nicomedia tuvo lugar el 24 de agosto del año 358. El historiador Sozomeno narra estos hechos; según dice, los había oído contar a ciertas personas, quienes a su vez los oyeron de otras que conocieron personalmente a Arsacio. El mismo historiador afirma que se habían obrado numerosos milagros por intercesión del santo.
En Acta Sanctorum, agosto, vol. III, hay un artículo sobre san Arsacio o Ursacio, basado en la Hist. Eccl. de Sozomeno, lib. IV, c. 16. Es raro que no existan huellas del culto de Arsacio en Oriente. La historia de Arsacio se divulgó en Occidente a través de la Historia Tripartita de Casiodoro. Existen varios relatos, que no merecen crédito alguno, acerca de la translación de las reliquias del santo.