San Apolonio fue martirizado en Roma en el 185, bajo el imperio de Cómodo (161-192); las noticias nos han llegado por medio de cuatro fuentes: ante todo por los procesos verbales contenidos en los relatos («Actas») de los antiguos mártires, incorporados en la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, obispo e historiador (265-340); en dos capítulos del «Varones Ilustres» de san Jerónimo, y en dos redacciones de la «Passio», una en armenio y una en griego, descubiertas en el siglo XIX.
Según estas fuentes, Apolonio era un ilustre personaje romano, erudito en ciencia y filosofía, y parece que incluso Senador. Puesto que era cristiano, fue denunciado al prefecto del Pretorio, Perennio, por lo que fue llamado a disculparse, y, según san Jerónimo, él leyó delante del senado un «insigne volumen descriptivo de la fe en Cristo». Puesto que este «volumen» en vez de ser una retractación, contenía una apología del Cristianismo, contrario al rescripto imperial de Trajano, que prohibía esas manifestaciones, Apolonio fue condenado a muerte.
Los textos refieren que fue sometido a dos interrogatorios, a distancia de tres días uno del otro, el primero presidido por el propio Perennio, el segundo por un colegio de senadores, consejeros y juristas. La descripción de la audiencia maravilla por el tono comedido y el tratamiento, no sólo por su rango social, al contrario que otras pasiones claramente inverosímiles o demasiado breves. Es escuchado con atención, lo interrumpen sólo para contestar, pero con seriedad, sus argumentaciones, o para moderar la aspereza de sus palabras y por tanto la posibilidad de ser castigado por ellas. Perennio es un juez iluminado y magnánimo, así como Apolonio un hombre de mente pronta y vivacísima; no tenemos en esta situación la mera repetición de las amenazas a los cristianos, de que no rechacen sacrificar a los dioses, tal como es común en las hagiografías de los mártires. A Apolonio le gusta vivir, pero no duda en escoger la muerte, porque sin ninguna constricción cree en la doctrina de la resurrección y del juicio final, porque incluso si esta doctrina fuera también ilusión o error, consuela e ilumina la vida, sacándola de compromisos humillantes.
En cuanto a la muerte recibida, los textos discordan: en la pasión griega Apolonio muere después de que le parten las piernas, suplicio que recibe también su denunciante (aunque no se aclara por qué), mientras que en la armenia es decapitado, y ésta es la versión recogida en el Martirologio Romano. Su figura fue inscripta tarde en los martirologios cristianos, ya que no fue objeto de una precisa conmemoración en los primeros siglos; en el Medioevo fue confundido con otros dos santos del mismo nombre, Apolonio de Alejandría, y un Apolonio mártir que se celebraba el 18 de abril, fecha que durante mucho tiempo fue la del apologista, inscripto actualmente en el día 21.
Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.