Andrés Bobola descendía de una aristocrática familia de Polonia. Nació en 1591, en el palatinado de Sandomir y, en 1609, entró en el noviciado de la Compañía de Jesús, en Vilna, en la región de Lituania. Dicho país había sido anexado a Polonia por el matrimonio de la reina Eduviges con el duque Jagiello. Una vez ordenado sacerdote, Andrés fue nombrado predicador de la iglesia de San Casimiro de Vilna, donde su celo apostólico impresionó profundamente al pueblo. Más tarde, Andrés fue elegido superior de la casa que los jesuitas tenían en Bobrinsk y ahí se distinguió por la caridad con que asistió a los moribundos durante una terrible epidemia.
Tan pronto como fue relevado de su cargo, volvió a sus actividades de misionero, que había practicado ya durante más de veinte años. Recorrió todo el país, predicando y consiguió reconciliar con la Santa Sede a pueblos enteros de ortodoxos, además de la reforma de vida que logró entre los católicos tibios. Pero sus éxitos no dejaron de atraerle odios y persecuciones. Una de las cosas que más pena le causaron fue que, durante varios años, cuando entraba en alguna ciudad anticatólica, los padres enviaban a sus hijos a insultarle y a lanzarle piedras. A pesar de todo, el santo no dio jamás ninguna muestra de impaciencia ni profirió una sola amenaza contra los niños. En aquella época, Polonia vivía una guerra civil particularmente sangrienta, provocada principalmente por el levantamiento de los cosacos. Los jesuitas, expulsados de sus casas y sus colegios, tuvieron que refugiarse en Podlesia, en la región pantanosa formada por la confluencia de los ríos Pripet y Berezina. Ahí los recibió el príncipe Radziwill, quien les ofreció, en 1652, su castillo de Pinsk. San Andrés se dirigió allá con sus hermanos, aunque sabía muy bien lo que le esperaba en aquella región. En mayo de 1657, los cosacos cayeron por sorpresa sobre Pinsk. El P. Bobola fue capturado cerca de Janow y volvió a Pinsk atado al caballo de un cosaco. Como se negase a abjurar de la fe, fue golpeado bárbaramente. Durante el interrogatorio que siguió, las respuestas del santo molestaron tanto a su juez, que éste desenvainó la espada y casi cortó la mano al buen religioso. En seguida le condenó a una muerte lenta. San Andrés fue conducido al matadero de los animales. Ahí, los verdugos le despojaron de sus vestiduras, le golpearon sin misericordia como a un cerdo, le cortaron la nariz y los labios y, con unas pinzas, le arrancaron la lengua hasta su nacimiento, en el cuello. San Andrés invocaba, en la tortura, a Cristo y a su Madre, lo cual no hacía sino excitar más a los verdugos, quienes finalmente le decapitaron y arrojaron su cuerpo en un basurero.
En 1730, los médicos encontraron el cadáver del santo perfectamente conservado; este hecho inexplicable tenía particular importancia en un país en que los ortodoxos veneran especialmente el fenómeno de la incorruptibilidad. El examen médico puso de manifiesto la barbarie de los perseguidores. San Andrés Bobola fue canonizado en 1938.
Véase L. Rocci, Vita del B. Andrea Bobola (1924); H. Beylard, Vie... de St André Bobola (1938); Thurston, en Studies, sept. de 1938, pp. 381-393. L. J. Gallagher y P. V. Donovan adaptaron al inglés (Boston, 1938) la biografía escrita por Mareschini. Los bolcheviques se llevaron a Moscú el cuerpo de San Andrés, que fue trasladado a Roma en 1922; sobre esta extraordinaria historia, véase Gallagher, en The Month, feb. de 1924.