Los datos de la vida de san Amador provienen de una biografía escrita 160 años después de la muerte del santo por un sacerdote africano llamado Esteban. El contenido de dicha biografía revela que se trata, en gran parte, de una invención audaz. Según leemos, Amador era el hijo único de un distinguido matrimonio de Auxerre. Sus padres le prometieron en matrimonio a una rica heredera, llamada Marta, aunque Amador había manifestado que no quería casarse. El día del matrimonio acudieron muchos invitados. El obispo Valeriano era el encargado de celebrar la ceremonia. Accidental o providencialmente, Valeriano, que era ya muy anciano, en vez de leer la bendición nupcial, recitó la fórmula de la ordenación de los diáconos, pero sólo el novio y la novia cayeron en la cuenta del error. Después de la ceremonia, ambos jóvenes convinieron en llevar vida de continencia. Marta se retiró al poco tiempo a un convento. Amador, después de haber trabajado varios años como sacerdote, fue elegido obispo de Auxerre. En el curso de su largo episcopado, convirtió a los paganos que quedaban en la región, obró numerosos milagros y construyó varias iglesias. Existen pruebas de que él confirió a san Patricio la ordenación sacerdotal.
En los últimos años de la vida de San Amador, el gobernador de Auxerre era Germán, un joven patricio muy temperamental que tenía pasión por la cacería. Aunque era cristiano, siguió practicando la costumbre pagana de colgar, en un peral de la plaza central de la ciudad, las cabezas de los animales que había cazado, para que todo el pueblo admirase sus proezas. Los paganos practicaban este rito para ofrecer al dios Wotan el producto de la cacería. Naturalmente, la actitud de Germán escandalizó mucho a los cristianos. San Amador, después de haber amonestado en vano varias veces al gobernador, mandó cortar el árbol, mientras aquel se hallaba ausente. Germán se puso furioso al saberlo y amenazó de muerte al santo obispo. Éste juzgó prudente salir de la ciudad por algún tiempo. Por otra parte, como era ya de edad avanzada, deseaba, desde hacía algunos años, renunciar a su cargo.
Hallándose en Autun con Julio, el prefecto de la Provincia, se le ocurrió súbitamente -ya fuese por revelación o por intuición-, que el propio Germán debía ser su sucesor. Con permiso de Julio, a cuyas órdenes estaba Germán, Amador retornó a Auxerre y convocó a todo el pueblo en la catedral. Germán se hallaba también presente. El obispo ordenó a todos que dejasen las armas fuera de la iglesia y mandó cerrar las puertas; en seguida, con la ayuda de algunos de sus clérigos, se apoderó de Germán, le arrancó las insignias seculares, le tonsuró y le nombró obispo de Auxerre. Con ello, presintió san Amador que estaba terminada su misión, ya que había trabajado muchos años y había nombrado a un sucesor que sería, con el tiempo, el más grande de los obispos del lugar: san Germán Auxerre. Unos cuantos días después, el santo pidió que le trasportasen a la catedral, donde exhaló apaciblemente el último suspiro. El cuerpo de san Amador reposa, junto con los de sus predecesores, en el antiguo cementerio de la carretera de Entrains.
Ver en Acta Sanctorum, mayo, vol. I, la biografía latina escrita por san Esteban. Muchos detalles extravagantes son puramente fabulosos, pero no hay ninguna razón para dudar de la existencia histórica de san Amador. Mons. Duchesne, en Fastes Episcopaux (vol. II, pp. 427.446), habla hermosamente de las listas episcopales de Auxerre. Ver también Dictionnaire d'Histoire et de Géographie ecclésiastiques, vol. II, c. 981; y el comentario del P. Delehaye sobre el Hieronymianum (p. 224), en el que se conmemora a san Amador. Pero, sobre todo, véase el artículo de R. Louis sobre L'Eglise d'Auxerre... avant S. Germain, en S. Germain d'Auxerre et son temps (1951), y la obra del mismo autor titulada Les églises d'Auxerre... au XI siécle (1952).