Treinta años después de que san Lucas Kirby y sus compañeros dieran la vida por Cristo en Londres, en el mismo día y lugar, otros dos misioneros ingleses regaron nuevamente con su sangre la plaza londinense de Tyburn, siendo ahorcados y descuartizados el 30 de mayo de 1612. Ya no estaba de reina Isabel I, pero su sucesor Jacobo I seguía los mismos pasos en el furor anticatólico y persecución de los pastores de la comunidad católica de Inglaterra. los dos mártires fueron beatificados el 15 de diciembre de 1929.
Guillermo Scott había nacido en Chigwell, condado de Essex, en 1578 de padres anglicanos. Estudió en Londres y luego en el Trinity Hall de Cambridge, llegando a doctorarse en derecho en 1600. Vuelve a Londres y conoce a algunos amigos católicos. La lectura de un libro le hizo llegar a la conclusión de que la verdadera Iglesia de Cristo era la católica. Marchó al Continente y se hizo benedictino en la abadía de Sahagún, en España, en 1604, con el nombre de Mauro. Ordenado sacerdote en 1610, volvió a poco a Inglaterra, donde asistió al martirio de san Juan Roberts el día 10 de diciembre de ese mismo año, y logró salvar sus reliquias. Pero tres días más tarde era arrestado, recluido en Newgate casi un año y liberado por intervención del embajador de Saboya bajo la pena de destierro. Pasó unos meses en el monasterio de Douai pero en la primavera de 1612 estaba otra vez en Inglaterra. Fue capturado en el camino a Londres y llevado a la cárcel. El 28 de mayo fue juzgado en Old Bailey y condenado a muerte.
Ricardo Newport había nacido en 1572 en Peterborough. Se presentó en Roma en 1595 y solicitó ser admitido en el colegio inglés. Allí cursó los estudios sacerdotales y se ordenó de sacerdote en la Basílica de Letrán el 10 de abril de 1599. Permaneció aún tres años en Roma y en 1602 volvió a Inglaterra. Trabajó durante cuatro años con gran fruto, hasta que en 1606 fue arrestado y expulsado del país. Marchó a Roma, donde pidió poder continuar en la misión inglesa, y volvió con gran valor a Inglaterra. Otra vez fue arrestado y otra vez se urgió la orden de expulsión contra él, pero enseguida que pudo regresó a continuar con su fecundo apostolado. Su arresto definitivo fue en 1611. Encerrado en Newgate, fue juzgado con el mártir anterior. Afirmó su lealtad al rey pero reconoció ser sacerdote católico y no estar dispuesto a prestar el juramento que se le pedía. En consecuencia fue condenado a muerte como traidor.