La de Don Abbondo es la figura de un sacerdote enamorado de Dios, convencido de que el sacerdocio es servir y por ello siempre estaba disponible para sus feligreses.
Don Giacomo Abbondo nació en Salomino, en Tronzano Vercellese, en el Piamonte italiano, el 27 de agosto de 1720; fue el segundo de los seis hijos de Carlos Benito y Francisca María Naya. Asistió a la escuela municipal de Tronzano y luego a la escuela secundaria en Vercelli. Sintiéndose llamado al sacerdocio, estudió en el seminario de Vercelli. En este periodo fue tutor en la familia del conde Agostino Benedicto Cusani di Sagliano, alcalde de Vercelli, que tenía siete hijos entre las edades de dos y dieciocho años. Giacomo finalmente recibió la ordenación sacerdotal el 21 de marzo de 1744.
El 31 de octubre de 1748 se graduó en Literatura en la Universidad de Turín, fue nombrado profesor titular de Humanidades de la Escuela Real de Vercelli. Don Giacomo fue párroco de San Miguel en Vercelli, hasta que asumió el cargo de preboste de Tronzano, su tierra natal, donde, según una ley que data de 1435 la elección del párroco la realizaba el jefe de la localidad. Comenzó su ministerio pastoral el 3 de julio de 1757, en el que se lo vio siempre incansable en la cura de las almas que le habían sido encomendadas.
El párroco anterior había sido jansenista, entonces Don Abbondo trató de ayudar a sus feligreses a redescubrir la belleza y la bondad de Dios, la oportunidad de conocerlo, de rogarle, de reunirse con Él regularmente en su Palabra y en los sacramentos. Buen predicador, aprovechaba sobre todo el período invernal, cuando hay menos puestos de trabajo en la zona, para reunir a los feligreses en la catequesis y la oración. Amaba y respetaba a los niños, tanto que en contra de la mentalidad de la época, admitía a la Comunión a niños desde los diez años de edad. Asistió a los enfermos para que pudieran recibir la Sagrada Comunión de manera frecuente e invitaba a todos a acercarse continuamente a los sacramentos.
Don Abbondo visitaba periódicamente a sus feligreses, incluso a los que vivían en granjas y en los pueblos más alejados de la ciudad y para todos ellos era un buen padre y amoroso educador. Consiguió los recursos para el mantenimiento de las trece iglesias de la parroquia, y fue durante su mandato que, en 1766, Monseñor G.P. Solaro consagró la iglesia parroquial de Tronzano.
Don Giacomo murió el 9 de febrero de 1788, dejando un recuerdo imborrable en la población, que continúa venerándolo hasta nuestros días. Sus restos mortales descansan desde 1922 en una capilla de la parroquia de Tronzano, a donde fueron trasladados desde la tumba que todavía existe en el cementerio municipal.
El culto popular sostenido en el tiempo, así como hechos que pueden ser calificados de milagros, atribuibles a su intercesión fueron llevando a feliz término el proceso de beatificación.
Basado en un original de Fabio Arduino para Santi e Beati, tomado y corregido de la traducción y síntesis de Catholic.net.