Juan Medda, en religión Fray Nicolás, nació en Gésturi, su provincia de Cagliari y arquidiócesis de Oristano, Italia, el 5 de agosto de 1882, en una familia de humilde condición social, muy honrada y religiosa. Bautizado al día siguiente de nacer, en la iglesia parroquial de Santa Teresa de Avila. El 2 de junio de 1886 recibió el sacramento de la confirmación. Muy pronto quedó huérfano de padre y madre, y fue acogido en la casa de su hermana mayor, ya casada. Terminados los estudios primarios comenzó a trabajar en el campo. En 1896 recibió la primera comunión.
Desde muy joven sintió la vocación religiosa, pero no pudo realizarla por la pobreza familiar. La curación de una dolorosa enfermedad reumática le dio la ocasión para poder hacer realidad ese sueño. En 1911, a los 29 años, animado por el párroco de Gésturi, entró como terciario oblato en el convento capuchino de San Antonio de Cagliari. El 30 de octubre de 1913 vistió el hábito y tomó el nombre de Fray Nicolás. Terminado el año de noviciado, emitió la primera profesión el 1 de noviembre de 1914, y el 16 de febrero de 1919 hizo la profesión solemne. Sus diez primeros años de vida religiosa los pasó en distintos conventos de Cerdeña, en los que desempeñó principalmente el oficio de cocinero. En 1924 fue trasladado a Cagliari, donde permaneció 34 años, cumpliendo el oficio de limosnero. Muchísimos, al encontrarse con él, le hacían confidencias, le pedían consejo y oraciones para conseguir favores espirituales o materiales; nació así la costumbre de llamarlo junto al lecho de los enfermos, tanto en casa como en los hospitales.
Sucedieron curaciones extraordinarias, que mostraban la mano de Dios a través del pobre hermano. Se extendió rápidamente su fama de santidad y su poder taumatúrgico. Su vida constituía para todos una llamada a la conversión, a la oración, al amor y al servicio del Señor y de los hermanos. Fray Nicolás se caracterizó por el silencio, la fidelidad inquebrantable, la piedad, el celo por las almas y la caridad hacia los necesitados que encontraba en su itinerario diario al pedir la limosna.
Supo afrontar todas las dificultades con admirable paciencia y caridad, actuando con rectitud, valor y perseverancia. El eje fundamental de su personalidad moral y espiritual era su profundo espíritu de oración, que se manifestaba en su actitud contemplativa habitual, incluso en medio de las ocupaciones diarias. En su comportamiento reflejaba la presencia de Dios y una constante unión con el Señor. Cada uno de sus actos y palabras se transformaba en oración ardiente y continua. Murió el 8 de junio de 1958, a los 76 años de edad, tras varios días de enfermedad. Fue beatificado por SS. Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.