Nace en Gua (Aveyron) el 2 de diciembre de 1894. Sus padres son Augusto Grialou y María Miral. Enrique es el tercer hijo. La familia lleva una vida ruda, difícil, inmersa en la situación socialmente tensa de la cuenca minera de Cransac. Esta región se caracteriza también por su vitalidad cristiana y misionera. Huérfano de padre a los 10 años, Enrique estudia gratuitamente con los Padres del Espíritu-Santo, en Susa (Italia) y en Langogne (Lozère). Termina su escolaridad en Graves (Aveyron) antes de entrar al seminario mayor de Rodez, en 1911.
«A nuestra edad no estamos acostumbrados a calcular ni a fraguar proyectos, avanzamos con el amor de Dios en el corazón. Durante el seminario, hay que hacer acopio de fuerzas y de valor y encender en nuestros corazones una hoguera de amor que nada pueda apagar.» (Carta a un amigo seminarista, 1911)
Durante la Primera Guerra interrumpe su formación sacerdotal y se incorpora como voluntario en 1913. Después del servicio militar llega la guerra. Durante cinco años, Enrique Grialou toma parte en los principales ataques: l’Argonne, Verdum, le Chemin des Dames… En 1919, vuelve de nuevo al seminario de Rodez.
«La guerra es sin duda alguna dura, terrible, salvaje; nos impone grandes fatigas (…) Sin embargo, por la noche, después de la batalla nos sentimos de nuevo hombres y sobre todo cristianos y entonces es cuando más sufrimos al oír los gritos de los pobres heridos o el estertor de los agonizantes.» (Carta a un amigo seminarista, en 1914).
En el retiro que precede a su ordenación subdiaconal, la noche del 13 de diciembre de 1920, Enrique lee un compendio de la vida de San Juan de la Cruz. El libro le parece “insípido” pero de repente tiene una iluminación súbita: Dios le quiere en el Carmelo. Ante esta llamada irresistible se alzan numerosas resistencias: Su director espiritual: “¡Usted está loco!” Su obispo: “Póngase a disposición del Padre Vabre” [para recibir su misión en la diócesis]. Su querida madre: “Te puedes ir, pero me habré muerto antes de que llegues a Capdenac [límite norte de Aveyron]. Me habré suicidado.”
«Bien sabes cuánto he resistido a causa de la pena que te ocasionaba. Pero esta llamada de Dios se ha hecho cada vez más clara. Yo también he llorado al pensar en el sacrificio que te imponía, pero no puedo resistirme a la voluntad de Dios tan claramente manifestada.» (Carta a su madre, el 15 de febrero de 1922)
El 4 de febrero de 1922, Enrique Grialou es ordenado sacerdote:
«¡Soy sacerdote, sacerdote para la eternidad! Esta palabra es toda mi meditación. Hoy no me canso de repetirla y cada vez me produce una nueva dicha.»
El 24 de febrero de 1922 entra en el Carmelo de Avon (Fontainebleau); recibe el nombre de María-Eugenio del Niño Jesús. Después del noviciado, participa activamente en las predicaciones con motivo de la beatificación y la canonización de Teresa de Lisieux (1923/1925) y de la proclamación de San Juan de la Cruz como doctor de la Iglesia (1926).
Se entrega con todas sus fuerzas a este apostolado y así colabora en la renovación que vive la Iglesia de Francia en el período de entre-guerras.
Su nombramiento en 1928 como prior del convento del Petit Castelet (Tarascon) interrumpe una intensa actividad. Al año siguiente, tres señoritas que dirigen un colegio privado de Marsella, vienen a verle para pedirle consejo sobre la orientación que tienen que dar a sus vidas. De este primer encuentro va a nacer unos años después una nueva familia espiritual: Notre Dame de Vie (Nuestra Señora de la Vida).
Es nombrado prior de Agen (1932-1936) y Monte-Carlo (1936-1937), y después miembro del Consejo General de la Orden del Carmelo en Roma donde residirá hasta 1955 (Exceptuando los años de guerra entre 1939-1945). Se encarga de manera especial de los Carmelos de lengua francesa.
Sin dejar de ocuparse del desarrollo del Instituto Notre Dame de Vie, continúa con sus predicaciones, que preparan la redacción de su obra maestra, Quiero ver a Dios (1948-1951).
Al mismo tiempo que viaja por Francia y el extranjero, el P. María-Eugenio sigue de cerca los grandes cambios de la post-guerra y las nuevas iniciativas de apostolado en la Iglesia.
En 1955, cuando vuelve a Francia, es nombrado Provincial (1957-1960 y 1963-1967). Recibe con gozo las enseñanzas del Concilio Vaticano II, y se esmera por darlas a conocer y ponerlas en práctica. Asumirá hasta el final responsabilidades en la Orden. “Entrará en la Vida” el lunes de Pascua, 27 de marzo de 1967, día de la fiesta que había establecido para celebrar a Notre-Dame de Vie.
Biografía tomada de http://www.nuestrasenoradelavida.es/