Jerónimo Ranuzzi era un hombre de estudio y un contemplativo, que se distinguió desde la infancia por su piedad y amor al estudio. Nació a fines del siglo XIV, en Sant' Angelo in Vado, que es un pueblecito de las cercanías de Urbino. En esta última ciudad se fundó uno de los primeros conventos de Siervos de María. Ranuzzi ingresó en él antes de cumplir veinte años y recibió con el hábito el nombre de Jerónimo. Después de hacer la profesión, fue enviado a la Universidad de Bolonia, donde se doctoró en teología. En seguida, recibió la ordenación sacerdotal y fue profesor en varias casas de estudios de su orden en Italia. Al cabo de algunos años, sus superiores le dieron permiso de retirarse algún tiempo al convento de su pueblo natal.
El P. Jerónimo se ganó el cariño de todo el mundo. Pronto empezó a llamársele «Angel del buen consejo», por la solicitud con que practicaba las obras de misericordia espirituales y temporales y por la prudencia con que resolvía dificultades de toda clase. Su fama llegó a oídos de Federico de Montefeltro, duque de Urbino, quien pidió a los superiores del beato que se lo enviasen como teólogo y consejero. Esa ocupación era la que el P. Jerónimo menos hubiese deseado, pero la aceptó por obediencia. No sabemos cuánto tiempo permaneció en la corte de Federico. Lo cierto es que tuvo allí tanto éxito como en el monasterio, llevó a cabo ciertas negociaciones con la Santa Sede, y cooperó en la solución de los asuntos de Estado con gran satisfacción del duque. Finalmente, el beato consiguió regresar a Sant' Angelo. Antes de morir, reconstruyó el convento de religiosas. Murió súbitamente el 11 de diciembre de 1455. La devoción que el pueblo le profesaba era tan grande y los milagros que obró fueron tan numerosos, que su cuerpo no fue sepultado en el cementerio conventual, sino colocado en un nicho sobre el altar, en la iglesia de los servitas de Sant'Angelo. Su culto fue confirmado en 1775.
Se encuentran algunos datos sobre el beato en A. Giani, Annales Ordinis Servorum, vol. I, pp. 491-492; en el vol. III, pp. 599-600, se encontrarán algunos de los milagros que se le atribuyen. El hecho de que los servitas hayan confundido al beato con otro servita llamado Jerónimo, que vivió poco antes que él y murió en otra parte del país, es la mejor prueba de que existen pocos datos sobre Jerónimo Ranuzzi, como lo hace notar Giani.