Los franciscanos llegaron a Polonia poco después de la fundación de su Orden. Una vez establecidos, comenzaron a trabajar por la reconciliación de los ortodoxos y la conversión de los paganos de Lituania. Tales fueron los comienzos de la Iglesia latina en Ucrania, cuya primera diócesis fue establecida en el siglo XIV.
El Beato Jacobo Strepar pertenecía a una noble familia polaca, radicada en la Galicia Ucrania. Ingresó en la orden de San Francisco y llegó a ser guardián del convento de Lvov. Allí tuvo ocasión de trabajar activamente y con mucho éxito para arreglar los complicados asuntos eclesiásticos que surgieron al quedar la ciudad en entredicho. Además, defendió valientemente a los frailes mendicantes de los ataques del clero secular, sin dejar por ello de predicar la reconciliación a los ortodoxos. Entre ellos trabajó más de diez años, ayudado por la Compañía de los Misioneros Ambulantes de Cristo, que estaba formada por frailes franciscanos y dominicos. Finalmente, fue nombrado superior de la «misión» franciscana en Rusia occidental.
Habiendo tenido gran éxito como predicador y organizador, fue elegido obispo de Galich en 1392. Después de evangelizar la mayor parte de su diócesis, se dedicó a consolidar su obra: construyó iglesias en las regiones más remotas y consiguió que de Polonia le enviasen sacerdotes para atenderlas, fundó casas religiosas y estableció hospitales y escuelas. Aunque era arzobispo y senador del reino, solía visitar a pie su diócesis. Muchos prelados de la época se vestían ostentosamente de acuerdo con la moda; en cambio, el beato Jacobo conservó siempre el modesto hábito de su orden. Dios le llamó a Sí en Lvov, 1409 o 1411. Las gentes le habían dado en vida el sobrenombre de «el protector del pueblo»; los milagros que obró después de su muerte, demostraron que no había olvidado a sus compatriotas. El culto del beato Jacobo fue confirmado en 1791.
Existen varias biografías polacas; en cambio, en las lenguas más habituales en Occidente sólo hay resúmenes biográficos. Véase a Scrobiszewski, Vitae episcoporum halicensium (1628); Siadler, Heiligen Lexikon, vol. III, pp. 111 ss; Léon, Auréole séraphique (trad. ingl.) vol. u, pp. 312-315.