Guillermo Cufitella era terciario franciscano. Abrazó la vida eremítica en Scicli de Sicilia y pasó casi setenta años en una pequeña celda, entregado a la oración y la penitencia. Se alimentaba de las verduras que cultivaba en su huertecito y de las limosnas que los fieles le llevaban. Rara vez salía de su ermita, si no era para asistir a los enfermos pobres, por quienes sentía gran compasión, o para ir a la cercana capilla de Nuestra Señora de la Misericordia, que le había sido confiada. Muchas gentes iban a buscar su consejo y dirección. Una estrecha amistad unía a Guillermo con el beato Conrado de Piacenza, quien viajaba de Pizzoni a Scicli a pasar la cuaresma con él.
El beato Guillermo murió a los noventa y cinco años de edad. Al oír las campanas, los vecinos de Scicli acudieron a la ermita; ahí encontraron al siervo de Dios ya muerto, pero todavía de rodillas, con las manos juntas y bañado por una luz celestial. La ciudad, que nombró a Guillermo su protector, en acción de gracias por haberla preservado de la peste, todavía celebra su fiesta. El culto del beato fue aprobado en 1537.
Ver Acta Sanctorum, abril 4, vol. I, donde hay algunos documentos del proceso de beatificación; cf. también Léon, Auréole Séraphique, vol. II.