Antonio de Patrizi, que descendía de una de las principales familias de Siena, ingresó en la Orden de los Ermitaños de San Agustín y fue más tarde superior del convento de Monteciano. Lo único que sabemos sobre él es que concibió un gran deseo de conversar con otro santo ermitaño, Pedro de Camerata. Partió, pues, de viaje en busca de Pedro, pero en el camino cayó gravemente enfermo; sin embargo, Dios respondió a sus oraciones, curándole milagrosamente, y el beato realizó el objetivo de su viaje. El biógrafo de Antonio compara el encuentro de los dos varones de Dios con el encuentro de san Pablo el Ermitaño y san Antonio en los comienzos de la historia de la ascética.
El beato Antonio llevó una santa vida y murió hacia 1311, en una fecha incierta. Al poco tiempo su cuerpo fue trasladado del cementerio al templo (en la antigüedad era una forma de reconocimiento del culto); 300 años más tarde, sus reliquias fueron nuevamente trasladadas a una tumba de mejor calidad. Hubo en Monteciano una fraternidad reunida en su nombre. Su culto fue confirmado por el papa Pío VII en 1804.
En Acta Sanctorum se encontrará una corta biografía, abril, vol. III (30 de abril); pero casi toda ella versa sobre los milagros que obró el beato después de su muerte. Ver también G. Ballati, Vita, miracoli e grazie del B. Antonio Patrizi (1728).